Annabelle, esa muñeca diabólica que se ha convertido en el fenómeno de masas entre niños y adultos capaz de hacer cola en el cine para conseguir una foto junto a su réplica, llega a los cines para hacernos disfrutar de “una de terror”. Descubre nuestra opinión de Annabelle.
Crítica Annabelle vuelve a casa
Annabelle vuelve a casa, y a las pantallas de cine, bajo la dirección de un debutante de Gary Dauberman que sin embargo acumula un largo recorrido como guionista en el campo del terror y el fantástico; ha sido el encargado de firmar todas las entregas de Annabelle, y películas tan esperadas como La monja (2018) o It (2017). En esta séptima entrega del universo Warren, la tercera para su alumna más aventajada Annabelle -tras las anteriores ‘Annabelle‘ (2014) y ‘Annabelle: Creation’ (2017)-, encontraremos una película completamente “disfrutona” y en el que además podemos respirar un cierto aire retro que le sienta muy bien a la entrega, recordando en ciertos aspectos a grandes clásicos del género como ‘Halloween’ (1978), de John Carpenter, o en la saga ‘Scream’, de Wes Craven. Entretenida, con ciertos gags que funcionan como un tiro, misteriosa, un plano secuencia mítico que debe pasar a la historia del cine de terror, y con tres o cuatro sustos dignos de mención, hacen pensar que los Warren tienen cabida en los cines para rato.
En la que nos ocupa, la muñeca Annabelle vuelve a sembrar el terror, esta vez en la propia casa de los Warren, Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson), lugar en el que además está contenido, nunca mejor dicho, el Mal. En esta ocasión, los fenómenos paranormales se desencadenan tras la visita inesperada -y oculta- de la amiga Daniela (Katie Sarife) de la niñera, Judy (Mckenna Grace), de la hija de los Warren, que impulsada por la curiosidad, y por algún otro motivo de mayor calado, empezará a tocar todos los objetos de la sala…. incluida Annabelle.
Y es que James Wan y Gary Dauberman han sabido crear desde cero una de las franquicias más rentables de la última década, partiendo de la que hoy por hoy seguramente sea la pareja de investigadores paranormarles más conocida de la historia: Los Warren. Expediente Warren, La Monja, La Llorona… las posibilidades de la saga parecen interminables ya que son muchos los casos sobre los que trabajó esta pareja de investigadores durante toda su vida, pero quizá hay uno que sin duda destaca sobre el resto y que ha surtido un efecto hipnótico en los espectadores: la muñeca Annabelle. El fenómeno fan sobre la figura de la muñeca es innegable, es más, por increíble que parezca ha logrado convertirse en un motivo para reunir a toda la familia frente a la pantalla del cine, y es que no son pocos los niños que ven en la muñeca Annabelle lo que en el 89 veíamos muchos en el Muñeco Diabólico.
Los creadores de la saga apuesta por introducirnos como visitantes a la casa donde sucede todo y en la que podremos encontrar todas las claves de los codiciados expedientes de los Warren. En el sótano de su casa se encuentra el tan mencionado museo que contiene todos los objetos que han sido testigos o portadores del Mal, allí, además de Annabelle, el más peligroso de todos, descansan bajo triple llave: una armadura de samurái maldita, una televisión que te muestra tu futuro más inmediato, las monedas que cobra a los muertos el barquero Caronte por acercarlos al Más Allá, el vestido de una novia poseída, un siniestro juego de mesa… La película nos hace entrar en una auténtica casa del terror, aquellas que recordamos de los antiguos parques de atracciones; pasillos largos y oscuros, papel en las paredes, un sótano intrigante. Además los lentos movimientos de cámara y la manera de acompañar a las protagonistas durante sus angustiosos recorridos, harán que aumente aún más esa sensación de claustrofobia y pánico que se tiene al recorrer la casa del terror.