Sameh Zoabi dirige y escribe su segunda película, volviendo a tratar el conflicto Palestina-Israel, y esta vez desde la comedia, lugar inhóspito para abordar la temática. Para ello cuenta con las interpretaciones de Kais Nashef, Yaniv Biton o Nadim Sawalha, que conforman esta comedia coral torno a una serie de televisión palestina. Os dejamos con la crítica de Todo pasa en Tel Aviv.
Crítica de Todo pasa en Tel Aviv
El conflicto, por más que cueste tratarlo, siempre será buena materia prima para el cine. Desde luego, para el cine español parece una fuente sin fondo de la que sacar ideas como La trinchera infinita o Mientras dure la Guerra, ambas de este último año. Otro tanto podría decirse del trasfondo para cine bélico por antonomasia, la II Guerra Mundial, que no deja de ambientar cintas desde perspectivas cada vez más sorprendentes como Jojo Rabbit (Taika Waikiki, 2019).
Conflicto entre Palestina e Israel, en clave de humor
Qué decir entonces de aquellos conflictos que asolan la Tierra actualmente, y algunos por los siglos de los siglos. Sin duda, en el imaginario colectivo ocupa un lugar destacado la contienda árabe-israelí que mantiene Israel con sus vecinos árabes, y que en el cine se ha abordado sobre todo desde el terreno documental como Nacido en Gaza (Hernán Zin, 2014).
Todo pasa en Tel Aviv(Sameh Zoabi, 2018) es, por el contrario, una aproximación a la guerra en Oriente Medio desde la comedia romántica como nunca se ha tratado.
Sinopsis de Todo pasa en Tel Aviv
En ella, el ya conocidoKais Nashif(Paradise Now, Big Bad Wolves) interpreta a Salam, un buscavidas palestino que, enchufado por su tío (Nadim Sawalha), acaba en el set de rodaje de la telenovela palestina por excelencia, de tal éxito que es también seguida en zona enemiga.
Este nuevo trabajo le obliga a cruzar la frontera a diario a Cisjordania. Detenido en la aduana por una imprudencia, finalmente acaba conociendo al militar israelí Assi (Yaniv Biton), que no solo le perdona la vida, también le ayudará con el guion de su serie, cuya mujer sigue religiosamente. Todo ello, mientras el joven Salam intenta ganarse una reputación que le permita volver con su ex Mariam (Maisa Abd Elhadi).
El autor de un culebrón de éxito
La premisa original de la película es lo que realmente salva a un personaje tan insulso como Salam, sin aspiraciones reales en la vida ni preocupación por lo que ocurre a su alrededor. La paradoja de que sea un soldado israelí el que le saque las castañas del fuego ayudándole a escribir la serie “Arde Tel Aviv”, el leitmotiv de la película, dando lugar a un tándem cómico e insospechado. Assi ve en la serie un rival por la autoridad de la casa, una hegemonía que intentará arrebatar siendo él mismo partícipe en la sombra de la telenovela.
Mientras tanto, el guionista frustrado se verá en una encrucijada con implicaciones, incluso políticas, las cuales dejan asomar las fuertes diferencias sociales que separan la forma de pensar de árabes y judíos.
Lo bueno y lo malo de la propuesta
Lo cierto, y es algo que defraudará y gustará a partes iguales, es que Todo pasa en Tel Aviv tiene un discurso mínimo, apenas visible, respecto a los acontecimientos de tanta actualidad que se usan como marco para la trama. Predominan, eso sí, las menciones al conflicto más dramáticas que cómicas, aunque el tono se mantiene en todo momento desenfadado.
Finalmente, la relación de tira y afloja que mantienen ambos personajes y funciona tanto a lo largo del metraje, no llega al culmen dramático que cabría esperar, pero su final no dejará indiferente.
Es precisamente en el último tercio de la trama cuando se muestra al Salam más humano, desposeído de su identidad y como símbolo de toda una generación palestina.
Sin embargo no se aprovecha la sensación generada por esto, sustituida por una última carcajada, haciendo que el recuerdo de Todo pasa en Tel Aviv sea el de una película divertida y amable.
Opinión final de Todo pasa en Tel Aviv
Para quienes acudan con la esperanza de llevarse más dosis de romántica que de comedia, aupados por comparaciones con Woody Allen, no esperen mucho de ese componente, que se reduce a una historia de amor insípida y casi predefinida, tanto que ni siquiera se percibe dentro de la trama.