El nuevo proyecto del director noruego Joachim Trier tiene nombre de mujer, “Thelma”. Una película sobre las consecuencias psicológicas que puede acarrear la represión desmesurada de nuestros deseos más básicos. Sin duda uno de los descubrimientos cinematográficos de la recientemente celebrada XV Muestra Syfy 2018.
Opinión de la película “Thelma” (2018)
Thelma es un relato maravillosamente narrado donde, desde un género tan atrayente a priori como el terror psicológico, se aborda un tema que puede resultar tan cotidiano como el conflicto interno que puede provocar en la edad adulta una estricta enseñanza basada en la religión. La película retrata así una estampa familiar de lo más costumbrista tan sólo perturbada por el deseo oculto de su protagonista hacia su mismo sexo. Un deseo reprimido y ahogado en el silencio con tanta fuerza que será capaz de provocar en esta joven todo tipo de síntomas físicos y alucinaciones. Qué será más fuerte ¿el deseo o el peso de su conciencia? El Bien o el Mal, la eterna lucha que se librará en su cabeza mientras que todo su ser intenta huir hacia la liberación, esa que sólo se consigue aceptándote tal y como eres.
En la cinta conoceremos a Thelma (Eili Harboe), una joven recién llegada a la universidad con claros problemas de adaptación por culpa de su marcado carácter retraído. Su familia ultra católica le ha inculcado sus valores y ella teme echar a volar y decepcionar a sus padres. La cosa se complicará cuando conozca a Anja (Kaya Wilkins) e inevitablemente se sienta profundamente atraída hacia ella. Desde ese mismo instante cada vez que sienta algún impulso sexual o deje volar su imaginación, un suceso completamente inexplicable o paranormal sucederá a su alrededor.
El director noruego Joachim Trier, primo deLars von Trier, sabe jugar bien sus cartas presentando el conflicto psicológico de Thelma a través de lo sobrenatural. Cada impulso sexual que sienta la joven hacia su atractiva amiga se reconvertirá en un episodio repleto de elementos fantásticos. Una condena que mantiene a su protagonista reprimiéndose continuamente para no sacar a relucir su verdadero yo, lo cual podría conllevar consecuencias catastróficas -o eso piensa ella firmemente-. Un grito silenciado que tiende a desbocarse en cualquier momento del metraje y que no deja de ser una manera original de contar la historia de una joven procedente de una familia religiosa que se condena por ser homosexual. Una cárcel imaginaria, fabricada por ella misma, de la cual no sabe cómo salir ni si debe hacerlo. La culpa será el sentimiento reinante en toda la cinta.
La película, que generó furor en la pasada edición del Festival de Sitges obteniendo el premio del jurado y a mejor guión, respira una atmósfera claustrofóbica muy similar a la que se respiraba en títulos hermanos como Carrie (Brian de Palma, 1976), Stoker (2013), It Follows (2014), Crudo (2016) o, la más reciente y nacional, Verónica (2017). Todas ellas tienen en común ese enfoque fantástico a modo de metáfora sobre el tema “tabú” que se encuentra oculto en el trasfondo de su trama, y del cual todas tienen a una joven como protagonista absoluta.
Eili Harboe da vida a Thelma de forma totalmente fiel a la atormentada alma de su personaje. La actriz ha sabido plasmar la esencia de un personaje en el que resultan más esclarecedores sus silencios que sus palabras. Una joven completamente introvertida que sólo ve luz para su condenada existencia a través de los ojos de su amiga Anja. Una felicidad que se le antoja inalcanzable por el enorme sentimiento de culpabilidad que azota su mente y su cuerpo a modo de ataques epilépticos.
En conclusión, Thelma supone una interesante propuesta en una cartelera marcada por el sentimiento religioso de la Semana Santa, no deja de ser curioso. La cinta no llega a brillar por algunos minutos de metraje completamente innecesarios para la trama pero sí supone un buen ejemplo de cómo tratar un tema social desde el prisma del cine de género.