Cuarta entrega de la saga Predator iniciada en 1987 por John McTiernan. Recoge el testigo Shane Black, que no duda en aplicar su estilo cómico a una propuesta irregular pero sobradamente entretenida.
Crítica de la película “Predator”
La saga de Depredador no ha muerto en los treinta y un años que lleva rondando las pantallas de cine y las páginas del cómic. Aunque el material haya sido servido con cuentagotas y las secuelas se hayan espaciado más de la cuenta, parece que Fox nunca ha querido abandonar un personaje que desde su concepción apostaba por una serie B desvergonzada, con presupuesto holgado, que ha dado lugar a una franquicia irregular y que más allá de ciertos círculos, no tiene mayor reconocimiento.
El nuevo relanzamiento, que no obvia a sus precedentes, ha sido encargado a Shane Black. Curiosa decisión, pues el director aparecía como uno de los personajes principales de la primera entrega. Black, un cineasta con un estilo muy marcado y reconocible, que apuesta por la comedia en cualquier situación y que no ha estado exento de críticas por ello -todavía colean las discusiones sobre Iron Man 3”- transforma el material de base y lo hace suyo, dando un giro a la saga que solo funciona a ratos.
Hay que reconocer el empeño de Black y Fred Dekke por hacer avanzar en la mitología de un personaje que repetía esquema secuela tras secuela y que aquí, más allá del tono, también presenta novedades, tanto en entornos como argumentalmente y, sin embargo, no deja de lado la idea de un grupo de soldados enfrentándose al extraterrestre, como ya pasaba tanto en la cinta de McTiernan como en “Predators”. La trama sufre altibajos constantes y, como viene siendo habitual en el cine de Black, el tercer acto se resiente, aunque en este caso puede que sea motivado por los recortes en el metraje y las regrabaciones. Algo que se nota en no pocas escenas y que afecta irremediablemente al resultado final. A pesar de sus altibajos, la gran virtud de “Predator” es haber apostado por ofrecer al espectador grandes dosis de humor marca de la casa, plagando la cinta de chascarrillos y momentos absurdos -cada uno de los soldados es una mina para situaciones cómicas- que desmitifican una franquicia que debería sentirse orgullosa de ser lo que es, sin buscar más trascendencia; un divertimento puro y duro.
Aunque pueda parecer lo contrario, Shane Black muestra un gran respeto por las dos primeras entregas y los fans más avispados podrán reconocer varias referencias, empezando por el tema musical creado por Alan Silvestri en el 87. Además, se esperaba la vuelta de Arnold Schwarzenegger, algo que no pudo ser, llegándose a discernir para qué momento estaba prevista su aparición; y es una pena, pues podría haber arrancado más de un aplauso. Quizá los más reticentes, después de ver la desacertada campaña del film, no quieran saber nada de él al parecer una comedia de acción de bajo presupuesto; sin embargo, esto sigue siendo Depredador y la sangre corre por doquier en la que posiblemente sea la entrega más gore de toda la saga.
El reparto no esconde grandes estrellas, siendo el trabajo de todos ellos sobresaliente, explotando la comicidad de cada uno de los intérpretes. Tanto Olivia Munn como Boyd Holbrook se adaptan perfectamente a sus respectivos roles protagonistas y el pequeño Jacob Tremblay vuelve a demostrar su talento como ya hiciera en “La habitación”. La sorpresa la da el siempre cuestionado Thomas Jane, que aquí presenta un personaje hilarante afectado por el síndrome de Tourette.
“Predator” es una película irregular pero tremendamente divertida que hace que sus defectos pasen desapercibidos al mostrar avance dentro de una saga más muerta que viva y que en manos de Black se libera de prejuicios para ofrecer los ingredientes necesarios con los que disfrutar del último blockbuster del verano.