‘Nuestros amantes’ plantea un duelo dialéctico cargado de pretenciosidad y grandilocuencia como “pistoletazo de salida” para la relación de sus dos protagonistas, interpretados por Michelle Jenner y Eduardo Noriega.
Crítica de la película ‘Nuestros amantes’
Llega a la cartelera un fiasco más de nuestro cine patrio bajo el atrayente reclamo de “comedia romántica”. Uno de esos títulos que logran que el público se arrepienta de pagar la entrada de cine a los pocos minutos de que comience la película, dejando así un sinsabor y una desconfianza tal que logrará pasar factura a próximos estrenos nacionales afianzando la conocida frase de “no me gusta el cine español”. Ojo, hay grandes ejemplos de buen cine en nuestro país -en este 2016 ya señalaría ‘El Olivo‘ y ‘Julieta‘ como imprescindibles en cuanto a drama, y en comedia ‘El pregón‘ sin duda es mi favorita-, pero también es cierto que hay muchos otros proyectos que nunca deberían ser rodados y ni mucho menos ser estrenados en cines. Este es el caso de la que hoy me ocupa: Nuestros amantes.

La película comienza con dos desconocidos que se encuentran fortuitamente en una cafetería-librería. Él (Eduardo Noriega) es un guionista frustrado y avergonzado de una película malísima pero de éxito; rondando la cuarentena; y de mirada triste y perdida. Ella (Michelle Jenner) es una treinteañera en paro; alegre, soñadora y atrevida. Sus caminos se cruzan, ella expone las reglas del juego de manera clara y concisa: no conocer sus verdaderos nombres, no pedir teléfono ni dirección, ni conocer demasiado el uno del otro. Él atraído por la apasionante aventura que plantea la atractiva joven comenzará a jugar, pero las reglas se quebrantarán demasiado pronto…

Dirigida y escrita porMiguel Ángel Lamata (autor de otros “grandes hits” -nótese la ironía por favor- como ‘Isi & Disi, alto voltaje’ o ‘Tensión sexual no resuelta’), Nuestros amantes supone el regreso del cineasta a la gran pantalla con esta firme apuesta por la pretenciosidad y la pedantería como argumentos principales. Una película que pretende entretenernos con sus enredos amorosos pero donde sufriremos del sopor más absoluto desde el minuto uno, mientras vemos en la gran pantalla a unos actores incapaces de hacernos creer lo que tienen entre manos. ¿El guión es malo? Sí. ¿Están mal dirigidos? También. De tal gravedad es el asunto que como espectadores esperaremos sin éxito que llegue ese giro argumental que nos diga: ¡todo era una broma! Pero ese momento lamentablemente nunca llegará… diálogos interminablemente largos donde sin ningún tipo de ritmo ni de intención irá construyéndose una historia a la que le costará avanzar y en la que encontraremos un marcado síndrome pseudointelectual por parte de su autor en cada frase, logrando saturar al público a base de citar cada dos minutos y sin ningún sentido nombres como Truman Capote, Paulo Coelho, Charles Bukowski… Así se forjarán unos diálogos que a pesar de querer ser complejos y elaborados, conseguirán el efecto contrario resultando banales e, incluso, vergonzantes al ser incapaces de aportar carisma al personaje o a su historia. Diálogos, en definitiva, de relleno donde sólo escucharemos “bla bla bla”.

En la cinta se respira un anhelo, el haber ideado Amélie, y unas pautas latentes, los mordaces y célebres diálogos de Woody Allen capaz de hacer hablar a sus personajes hasta la saciedad logrando así dotarles de personalidad y alma propias. Lamenteblemente Lamata no ha logrado convertir a Michelle Jenner en la nueva Amélie, ni ha conseguido siquiera rozar la genialidad de los diálogos de Allen. Nuestros amantes (2016) terminará siendo un “quiero y no puedo” en toda regla.