La grandeza del pintor holandés no tiene suficiente espacio en un film que se centra en su compleja y enigmática mente haciendo que echemos de menos toda esa hermosura y fascinación que desprenden sus cuadros. A pesar de todo, Willem Dafoe consigue que empaticemos y comprendamos un poco mejor a este artista eterno en: Van Gogh, a las puertas de la eternidad.
Van Gogh, a las puertas de la eternidad
Hay ocasiones en que es casi imposible trasladar al cine una historia real, un videojuego o un libro. Por ejemplo, Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez es considerada una de las mejores novelas de la historia; pero también una de las más inadaptables al séptimo arte debido a su complejidad y libre interpretación por parte de los lectores. En cuanto a videojuegos, La leyenda de Zelda también se antoja complicada de llevar a la gran pantalla. En este caso es una historia real la queVan Gogh, a las puertas de la eternidad intenta adaptar, mostrándonos la biografía real de uno de los mejores pintores de todos los tiempos, claro que también una de las figuras artísticas más inestable y atormentada. Comprimir en una película toda su colección pictórica, llena de imaginación y color, así como su triste y desdichada vida, haría pensárselo dos veces incluso al Tom Cruise de Misión Imposible.
La película Van Gogh: a las puertas de la eternidad nos sumerge en un viaje a la psique del pintor para que le acompañemos en su descenso a los infiernos. Por el camino conoceremos detalles de su vida como su amistad con Paul Gauguin, su estrecha relación con su hermano Theo o los problemas mentales que sufrió en la última etapa de su vida.
A los mandos de la película encontramos al director estadounidense Julian Schanbel, quien además de realizador resulta que es pintor. Este dato ayuda a comprender un poco mejor la arriesgada decisión de rodar un largometraje sobre Van Gogh. Schnabel nunca oculta su intención de mostrar toda la miseria por la que pasó el artista. Hablamos de un personaje cuya vida se centró en la pintura pero que sólo vendió un cuadro mientras vivió. Si ya es triste pensar lo poco que se valoró su figura mientras vivió, más lo es darse cuenta de que nunca llegó a disfrutar del legado y la influencia que ha acabado ejerciendo en la historia del arte.
Willem Dafoe, al que reciéntemente hemos visto en la pantalla gracias a Aquaman, encarna al famoso autor secundado por Oscar Isaac, protagonista de Star Wars, quien se mete en la piel de Paul Gauguin, clave a la hora de entender la idiosincrasia de Van Gogh. Su compleja amistad es uno de los pilares del film, aunque tampoco se llega a desarrollar lo suficiente y se echa en falta más presencia del segundo en pantalla, sobre todo cuando el pintor francés tuvo una influencia enorme en Vicent.
El actor de La última tentación de Cristo (1988) consigue mostrarnos el sufrimiento de un alma perdida, de alguien que no puede controlar su demencia y cuyo talento se mantiene a flote a pesar de todo. ¿Es posible que la locura haga aflorar las cualidades artísticas de alguien? A medida que avanza la trama la película va escarbando en la enfermedad del pintor sin nunca abandonar el foco en sus pinturas. Eso sí, Las obras del mítico pintor no consiguen reflejarse en una película de tonos grises y desenfoques incluso molestos. Entiendo la intención del realizador de emular a través de la cámara el deterioro mental del protagonista, pero la ejecución acaba siendo un tanto forzada y torpe. Mejor tratada está la naturaleza, de importancia capital en la obra de Van Gogh, que ayuda a embellecer un poco el relato y a recordar y revivir algunas de sus mejores creaciones. Cierto es que ya existe Loving Vincent, un film/homenaje a Van Gogh compuesto por 57000 fotogramas pintados que sí consigue comprimir ese mundo fascinante que nace de cuadros como Girasoles u Olivos. Pero, aun así, Van Gogh: a las puertas de la eternidad se habría beneficiado al incorporar la esencia de obras como Noche estrellada, Lirios, o Trigal con Cuervos, elevando al film a la categoría de fascinante y precioso.
Opinión final de la película
El desafío era mayúsculo, no se puede negar, pero Van Gogh: a las puertas de la eternidad adolece de ser muy sobria y estática. Más aún cuando bebe de una fuente inagotable de belleza, fantasía y creatividad. En ocasiones demasiado lenta, Julian Schnabel (Antes que anochezca, La escafandra y la mariposa) nos entrega una obra irregular pero estimable, donde lo que más brilla es su protagonista. Aun así, consigue que el espectador se fusione con Vincent Van Gogh en su lucha contra la locura a través de la mejor vía de escape que encontró: la pintura.
Si eres de los que amó esa maravilla de Woody Allen llamada Medianoche en París, quedarás defraudado por una propuesta que opta por ir en dirección contraria y acercarse al tono desquiciado y gris de Shutter Island.