Tras un año de ausencia galáctica, aterriza la primera película de la saga que no forma parte de los clásicos episodios: ‘Rogue One, una historia de Star Wars’. Una trama desligada, que visita lugares comunes y que hace de sus diferencias su mayor virtud.
Crítica ‘Rogue One, una historia de Star Wars’
Cuando Disney anunció la llegada de continuos spin offs de Star Wars, las alarmas saltaron en lo que parecía ser una estrategia para exprimir una franquicia millonaria. Un año después de “El despertar de la fuerza” llega Rogue One: una historia de Star Wars y despeja todas las dudas. Si esta no es la mejor película de la saga, sí la más interesante por los riesgos que asume.
Los responsables deciden desligarse del esquema habitual, prescindiendo de imágenes canónicas como la introducción escrita. Esto no es un episodio más y la historia va directamente al grano. Poco hay que explicar sobre cómo se ha llegado a esa situación. Decisión que hace de obligado visionado el resto de la saga si se quiere entender que está pasando en estos momentos en la galaxia.
Gareth Edwards comienza el relato sembrando dudas sobre su competencia, ya que por momentos la historia parece estancada, sobre todo en un segundo acto donde el guion de Chris Weitz parece no saber a dónde ir, alargando ciertas situaciones. Todas estas fluctuaciones se disipan al llegar a un tercer acto que hace al espectador perdonar los fallos que hayan podido producir. Edwards, opta por una realización más estática de lo que nos tiene acostumbrados la saga, con decisiones que nos remiten a su “Godzilla”; desluciendo en cierta medida las batallas aéreas, con un abuso del plano semisubjetivo. Otros cambios pasan por prescindir de las clásicas transiciones de cortinilla de la franquicia o la inclusión de rótulos de situación de los diferentes planetas, algo totalmente innecesario. Estas decisiones no molestan y son clara intención del distanciamiento de los episodios nominales, perteneciendo a la saga, pero con un grado de distinción que la hacen interesante, una maduración, una evolución que hace más rico este universo. Al igual que el guion, con la llegada de la batalla final, el director se suelta y muestra todo su potencial en el que quizás sea uno de los clímax más emocionantes de la franquicia, asumiendo la dificultad de que el espectador ya conoce el final. Edwards es el único director de la saga hasta la fecha que se implica emocionalmente al narrar los últimos compases de la cinta, donde su dirección se vuelve poética y épica a parte iguales.
A pesar de los cambios en la realización y ciertas decisiones tomadas, el diseño artístico ha hecho un gran esfuerzo por emular la estética del Episodio IV. Las nuevas naves siguen la línea de sus antecesoras, así como los diferentes lugares que visitan los protagonistas. Hay que destacar el trabajo de maquillaje y peluquería, que han tomado como base los peinados del año 77. Por primera vez en una película de la nueva etapa de Star Wars, no se nota la diferencia con la saga original, trasladándonos de manera magistral a los setenta y los ochenta; sin duda uno de los puntos a celebrar de la película.
El reparto de Rogue One: una historia de Star Wars, el que más etnias presenta de la franquicia, es más que acertado. Felicity Jones en el papel de Jyn Erso se convierte desde ya en una auténtica heroína de la Alianza, secundada por el mexicano Diego Luna, que queda un poco desdibujado con un personaje demasiado serio. El resto del escuadrón lucen sus roles, especialmente Donnie Yen del que pido un spin off para él y su palo en un futuro. K-2SO, el nuevo androide, roba el protagonismo como ya lo hiciera BB-8 el año pasado. Lástima los pocos minutos con los que cuenta Mads Mikkelsen, siempre es una delicia verle en pantalla grande. Y es que es una película tan coral que es imposible desarrollar todos los personajes. Ben Mendelsohn que interpreta a Krennic, el villano detrás de la Estrella de la Muerte, está fantástico en su rol, haciendo que olvidemos por momentos al Moff Tarkin del legendario Peter Cushing. ¿Os imagináis la reacción de los fans si pudiese haber aparecido el veterano actor en esta entrega?
Hablar de Star Wars, también es hablar de grandes bandas sonoras. Esta es la primera película de la saga en la que el maestro Williams no participa. El testigo lo recogió Alexander Desplat para luego recaer en el sucesor natural del Williams, Michael Giacchino. Como era de esperar la partitura se desliga de lo creado por el compositor original, prescindiendo del tema principal, y recurriendo solo en determinados momentos a compases conocidos. El resultado descoloca al principio, pero como el resto del conjunto, explota en el tercer acto con una composición enérgica y emotiva a partes iguales, haciendo un buen uso del viento metal y no teniendo nada que envidiar a las creaciones de John Williams.
Si con “El despertar de la fuerza“, la nostalgia invadió a los fans de siempre, en este caso se podría decir que ese sentimiento se supera con la breve aparición de Darth Vader, cuidando hasta el más mínimo detalle de su presentación. Su casco es el mismo que se pudo ver en el Episodio IV, y no una evolución del mismo. Y su última aparición es uno de los mejores momentos del personaje que se han podido ver hasta la fecha. Además del villano más famoso de todos los tiempos, puede que por el relato pasen algunos personajes que sonarán a los seguidores, además de los anunciados Bail Organa y Mon Mothma, interpretados por los mismos actores que ya lo hicieran en el Episodio III.
Rogue One: una historia de Star Wars es una más que digna heredera de la trilogía original, que toma caminos diferentes pero que es consciente de la deuda que debe y la cumple con creces. La esperanza se ha avivado más aún con todo lo que está por llegar, si está realizado con el mismo mimo que esta nueva aventura. Esto es Star Wars, esto es cine. ¡A disfrutar!