André Ovredal, con la película de terror Historias de miedo para contar en la oscuridad, demuestra un tremendo amor hacia el cine de terror. Ha conseguido mezclar el horror más visceral con el sentido más trágico y divertido del género.
Sionpsis de Historias de miedo para contar en la oscuridad
Es 1968 en Estados Unidos. La guerra de Vietnam, los disturbios y los movimientos sociales de cambio invaden el ambiente. También en la pequeña ciudad de Mill Valley, donde la alargada sombra de la familia Bellows ha aterrado a sus ciudadanos durante generaciones. Su mansión, ya abandonada en las afueras de la ciudad, ha creado el mito de casa encantada. Sarah (Kathleen Pollard), la más joven de la familia ha transformado su martirizada vida en historias de horror escritas en un libro maldito, que pueden convertirse en historias reales si alguien abre el libro. Stella (Zoe Margaret Colletti), Ramón (Michael Garza), Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) son cuatro jóvenes aventureros protagonistas de Historias de miedo para contar en la oscuridad y que investigarán la dramática historia de Sarah.
Opinión de Historias de miedo para contar en la oscuridad
Stephen King ha presentado esta película como horror visceral para competir con `Alien´ y un prematuro Cronenberg: “Ve a verla, pero no vayas solo”. La producción y la colaboración en el guion del oscarizado Guillermo del Toro es otra mágica llave comercial para la promoción de esta interesante obra de terror que se estrena el 9 de Agosto en cines.
André Ovredal es un joven director de cine noruego que ya venía pisando fuerte con películas como “Troll Hunter” (2010), una cinta de género “found footage” (metraje encontrado) que mezclaba el estilo de “El proyecto de la Bruja de Blair” (Myrick, Daniel y Eduardo Sánchez,1999), con la tradición y la mitología nórdicas. Seis años después sorprendió a los amantes del género con una joya de terror sobrenatural con tintes de thriller titulada “La autopsia de Jane Doe”. Su mezcla de terror truculento con el mejor suspense al estilo Hitchcock le proporcionó numerosos premios en prestigiosos festivales como Sitges, Toronto o el Fantastic Fest.
“Historias de miedo para contar en la oscuridad” continúa la fórmula presentada en su anterior trabajo. Terror visceral y salvaje, que también emplea algún susto que me encogió el alma, muy al estilo del J-Horror, mezclado con un elaborado guion hábilmente diseñado para mantener el suspense. Por él desfilan multitud de los iconos del cine de género desde los años 70 hasta nuestros días. El punto de ternura y belleza crea un interesante contrapunto en este trabajo de Ovredal.
Guión y referentes de la película
La narrativa destila el clasicismo de las películas del neoterror de los años 70 y 80. Los homenajes se suceden uno tras otro rememorando el horror más académico y mainstream de la última época. “La matanza de Texas”, “Pesadilla en Elm Street” (hay un sueño, en el que es muy obvia la referencia) o “Viernes 13” se advierten claramente como influencias, aunque no comparto la opinión de la ascendencia de Cronenberg o “Alien” (Scott Ridley, 1979), ya que la cinta es más ligera que el estilo de “Cromosoma 3” (1979), “Videodrome” (1983) o “La mosca” (1986), todas ellas firmadas por el maestro canadiense David Cronenberg. Ovredal ha realizado una divertida e interesante evolución del Slasher de los 80, que había quedado muy denostado con series como la homónima “Slasher” (Marin Aaron y Craig David Wallace, 2016). Al fin y al cabo, la intriga principal de este celuloide está más que inspirada en el clásico de Sam Raimi “Evil Dead” (1981), al menos en todo lo referente al libro.
Durante toda la historia del cine de terror, la infancia ha tenido un papel primordial en las narrativas. La relación terror-infancia, por su innegable contrariedad y oposición han dado siempre un juego espectacular. Desde “¿Quién puede matar a un niño?” (1976) del maestro Chicho hasta “El sexto sentido” (1999), la relación entre el miedo y la niñez han sido el material perfecto para la narrativa del miedo. En el caso que nos ocupa es el libro de cuentos para niños de Alvin Schwartz “Historias de miedo para contar en la oscuridad” (1981), el que abre las puertas del horror en el pueblo de Mill Valley. (¿Tendrá relación con Chester´s Mill?).
Sobre la interpretación
En esta tesitura, el trabajo de Zoe Margaret Colletti (Stella) se convierte en una machada al soportar todo el peso de la narrativa. Su papel protagonista es tan convincente, tan noble y cautivador que te mantiene pegado al asiento y consigue que empatices con su valentía y buen hacer interpretativo.
Pero hay otro personaje que me ha interesado mucho; no es otro que Sarah, la antagonista de Stella, la niña atrapada en la tragedia. Dicen los expertos en espiritismo y los médiums, que cuando alguien muere y deja algo pendiente en esta vida, tendrá que resolverlo antes de hacer el viaje eterno. Ellos, son los fantasmas… Y Sarah es uno de ellos, un personaje basado a todas luces en Louise, protagonista de “Ojos sin rostro” (George Franju, 1960). Este personaje le sirve a Ovredal para crear la moraleja de la película: no por mucho repetir una mentira, esta se convierte en realidad.
El sello de André Ovredal
El estilo del director noruego siempre ha sido muy personal. La película se ha atrevido a innovar en el sentido de introducir la política y los movimientos sociales de revolución en una cinta de terror. La Guerra de Vietnam, Mayo del 68, la presidencia de Nixon y el comienzo de la retirada de las tropas de Vietnam, conforman un entramado social que hace más creíble la historia. Esto es muy importante a la hora de otorgar empaque a una cinta de un género que tan fácilmente se da al “susto fácil” y a la comedia estúpida. Ovredal sigue haciendo, como desde el principio de su carrera un terror serio y emocionante. Esta mezcla me recuerda a uno de los grandes y olvidados hitos del terror: “Al final de la escalera” (Peter Medak, 1980).
El aspecto político de Historias de terror para contar en la oscuridad me lleva a hablar de la fotografía, que deja entrever menos presupuesto que otras como “IT” (Andy Muschietti, 2017), pero que suple esa carencia con la habilidad de un director de fotografía como Roman Osin, (“La autopsia de Jane Doe”) que ha sabido “envejecer” los fotogramas y fantasear con sus claves bajas para conseguir hacer muy creíbles esos años 60.
Otro de los puntales de la cinta es el buen uso de los “monstruos”. La unión de Ovredal con Guillermo del Toro tenía que dar sus frutos e innegablemente ha funcionado. El Jangly Man será el antagonista más espectacular de la película y ha sido conformado por la unión de tres relatos del libro de Schwartz: “Me Tie Dough-ty Walker,” “What Do You Come For?” y “Aaron Kelly’s Bones”. Una especie de Frankenstein que une el guion original con el libro y además azara al espectador de forma consistente y para mi satisfacción completamente alejado de la comedia. Pero no es el único monstruo, también veremos desagradables personajes que de forma satisfactoria evocan a los más terribles Yokai.
Opinión final de Historias de miedo para contar en la oscuridad
Lo más importante del trabajo del noruego es que la película evoca un profundo amor por las historias de terror. Por contarlas, por la búsqueda de ese inmenso placer que nos produce que nos asusten cuando no corremos peligro. Ese amor es lo más interesante que se ha extraído del libro de Schwartz, un libro infantil destinado a enseñar cómo dar miedo y cómo contar historias tradicionales de terror. Es un auténtico placer sentarse en el cine, que se apaguen las luces y dejarnos contar estas atroces y salvajes historias para contar en la oscuridad.