Guy Ritchie vuelve a imprimir con el mismo sello por el que se hizo famoso esta nueva Operación U.N.C.L.E. Visualmente cañera, la obra se desinfla según va pasando por el haro de la convencionalidad sin dejar de molar en todo momento.
Crítica Operación UNCLE
Sólo por ver los modelitos sesenteros que la plantan al pivón de Alicia Vikander (Gaby), ya merece la pena ir al cine a ver Operación U.N.C.L.E. Pero es que si es por ver a gente guapa… pues suma y sigue con los pivones masculinos protagonistas Armie Hammer (Illya) haciendo del súper ruso (a lo Dolph Lundgren en su papel del mítico boxeador ruso Iván Drago en Rocky III) y Henry Cavill (Solo) a lo James Bond (pero con un pasado mucho más picaresco e interesado). ¿No es suficiente? Pues pongamos un poco más de estilo y belleza con los villanos Elizabeth Debicki (Victoria) y Luca Calviani (Alexander), máximos representantes del buen gusto, la elegancia y la seducción.
Operación SELFIE, digo UNCLE, además es una película de espías que nos sitúa poco tiempo después de que el muro de Berlín (1961) fuera levantado para dividir la ocupación Aliada de Alemania occidental (República Federal Alemana) de la soviética Alemania Occidental (República Democrática Alemana). Imágenes históricas acompañadas de titulares refrescarán todo el proceso desde surgiera el famoso “el telón de acero”. Y ahí, en medio del mejor símbolo del enfrentamiento de los dos grandes bloques, Gaby (Alicia Vikander), la hija de un brillante ex científico alemán encargado del desarrollo nuclear ahora desaparecido, es la única vía para encontrarlo. Así que Illya (Armie Hammer), el mejor agente secreto soviético, una auténtica máquina de matar y Napoleón Solo (Henry Cavill), el mejor agente secreto estadounidense reclutado a la fuerza (el tipo se lucró en la II Guerra Mundial robando el arte robado de los nazis), se deben disputar a la joven mecánica (sí, la chavala es mecánica en Alemania oriental). Una presentación tan contundente, divertida y dinámica que deja las expectativas bien altas.
Y la cinta no continua nada mal, pues, lo mejor de todo está por llegar. El súper agente ruso y el canalla galan “bond” (no en vano Ian Flemming participó en la concepción original de la serie sesentera en la que está basada la película), se ven obligados a trabajar juntos por el bien de la humanidad o (¿no lo adivinan?) los malos podrían usar al científico para crear bombas nucleares con las que dinamitar el planeta. ¿Y qué pasa? Pues que los piques surgen, los sopapos entre ellos también, y la desconfianza mutua y las ganas de liquidarse mutuamente, conducirán a escenas divertidas llenas de expectación… al menos los primeros minutos de la película. Pues de forma sutil y progresiva, las expectativas se irán diluyendo con la sobresaliente recreación plástica de los años 60 en la que se sitúa.
No es que se acabe la acción, ni que no se mantenga una curiosa relación entre el trío protagonista… es que el tono de Operación UNCLE se pierde en la estética, en la forma, en la imagen y en la recreación de cómic típica de las últimas películas de Guy Ritchie. Las películas de Guy Ritchie tienen que molar a la fuerza y como el colega siga así, sus películas molarán tanto que morirán de éxito.
El sigo XX está inundado de personajes cinematográficos absolutamente blancos o negros. Cada vez más obras del siglo XXI están protagonizadas por personajes grises, vivos, ambiguos, cambiantes… y no hay manera de ver un poquito de esto en algunas producciones. El caso es que en esta Operación UNCLE se pueden ver esbozos de muy buenas posibilidades: la confrontación entre los dos agentes que podría haber sido llevada hasta el límite; la representación política y social de los dos grandes bloques, el comunismo encarnado en el súper agente Illya y el liberalismo en el agente Solo; la autosuficiente figura femenina de la mecánica Gaby; la posible crítica subyacente en el tipo de película en la que se enmarca… y otras tantas menos evidentes pero igualmente apetecibles opciones.
Operación UNCLE termina por quedar muy molona, muy visual, muy apetecible. Tanto como un bombón relleno de una inimaginable fusión de chocolates tras un deseable envoltorio que da pena quitar para saborear su contenido. Una vez saboreado y deglutido, tras esos segundos de placer, tras esas escenas tan logradas, apetece más, pero por muy rico que esté, nadie se hartará a comer bombones sin llegar al hastío.
Todo bien. Todo fantástico siendo lo más interesante las interpretaciones femeninas. Esperemos que las jóvenes Alicia Vikander y Elizabeth Debicki, sean reconocidas en un futuro más por sus posibilidades artísticas que por su espectacular fachada. En el caso de la sueca Vikander, ya absorbida por las grandes producciones efectistas (El séptimo hijo, Anna Karenina), todavía la podemos encontrar protagonizando sin pudor citas tan apetecibles como la sobresaliente Ex-Machina.