El director el director y guionista Alex Garlan, propone una intrigante película situada entre la ciencia ficción y la ética que tratará de responder a una pregunta ¿La inteligencia artificial sería capaz de ser indistinguible de la humana?
Sinopsis de Ex Machina
Caleb (Domhnall Gleeson) está a punto de encontrarse con el todo poderoso genio dueño de la mayor empresa proveedora de búsquedas en internet Blue Book. Apartado de la civilización desde hace años, Nathan (Domhnall Gleeson) se encuentra desarrollando en secreto un proyecto que revolucionará el mundo. Para comprobar que el resultado es óptimo, ha seleccionado a su mejor empleado para poner a prueba a Eva (Alicia Vikander) una robot de aspecto humanoidecuya perfección técnica, anatómica e inteligencia, dejará fascinado a Caleb quien tras el paso de una semana, deberá emitir el veredicto sobre si Eva podría considerarse humana o no.
Crítica de Ex Machina
Alex Garlan, conocido por sus intrigantes guiones “Sunshine” y “28 días después”, entra en el campo de la dirección con un nuevo guion: Ex Machina. Protagonizada por Alicia Vikander (El séptimo hijo), Oscar Isaac (A propósito de Llewyn Davis) y Domhnall Gleeson (Invencible), la película propone varias cuestiones morale y éticas a través de un tema que no hace más que adquirir relevancia en nuestro estilo de vida actual: La Inteligencia Artificial.
Un extraordinario genio, mediante el famoso juego de Turing (ahora muy de moda tras la película biográfica cuya interpretación del mismo Allan Turing le valió la nominación al oscar al gran Benedict Cumberbatch), le propone a un joven y destacado programador que trate de determinar si un robot que ha creado con anatomía femenina podría ser considerado humano. Un tema que seguramente en próximas generaciones (no sabría decir si muchas o pocas), dejará de tener su categoría de “ciencia” para quedarse en ficción, al igual que ocurrirá con muchas otras películas como “2001: Una odisea en el espacio”, “Inteligencia Artificial”, “Terminator”… en lo que a desarrollo de Inteligencia Artificial se refiere.
Es difícil imaginar que una sola persona sea un genio en los tantísimos campos necesarios para crear este tipo de robot (nanotecnología, programación, redes, ingeniera mecánica, telecomunicaciones, etc), pero tras hacer algunas necesarias concesiones, podremos adentrarnos en una película de una apasionante temática ética con un ligero toque de misterio.
Desde la primera escena en la que vemos a Domhnall Gleeson interpretando a Caleb, Alex Gardan crea un ambiente de tensión con unos recursos tan minimalistas como poderoso. Caleb gana un concurso para ser el afortunado que pase una semana con el gran jefe de la mastodóntica empresa tecnológica Blue Book Nathan (Oscar Isaac). Filmando al personaje desde el punto de vista de la cámara del ordenador en el que trabaja, viendo como se comunica a través de apps de mensajería para dar la buena noticia a los colegas, recibiendo correos electrónicos a todos sus dispositivos y con un monótono sonido grave presionando sobre la imagen, el director y guionista deja claro el tono que llevará la película. Nada de florituras. En seguida nos encaminará al idílico sitio donde vive el mutimillonario para lanzarse en seguida al desarrollo de las cuestiones a tratar.
Nadie diría que Oscar Isaac pudiera convertirse en un personaje que pudiera inspirar tanto respeto como Nathan, y más aun después de haberlo visto protagonizando “A propósito de Llewyn Davis”. Nathan es el arquetipo que tendría casi cualquier persona que tuviera que imaginar a un hombre super inteligente, con recursos ilimitados y admirado por todo el mundo. Nathan sería como un Steve Jobs dotado de todos los conocimientos científico técnicos necesarios para crear, no sólo una Inteligencia Artificial inimaginablemente avanzada, sino también el más bonito soporte al que pudiera asignarse, el angelical rostro de Alicia Vikander. Nathan, deportista, boxeador, infunda todavía más respeto cuando el espectador le descubre vapuleando a un saco de arena para poco después confesar que la noche anterior tuvo una fiesta con demasiado alcohol en su aislada residencia ultratecnológica ubicada en el más precioso paraíso boscoso de un perdido paisaje. Un tío raro pero admirado por el mundo por su valía y su dinero.
Puestos en situación. Casi al momento se lanza la pregunta, no sólo al afortunado programador interpretado por Domhnall Gleeson, sino también a toda la audiencia. “¿Cómo distinguirías a una inteligencia artificial de una persona?”. “Con el juego de Turing”. Una inteligente respuesta para un chaval que se dedica precisamente y un juego al que es fácil jugar a todo el mundo, pues tan sólo consiste en lo siguiente: La mejor manera de descubrir a una inteligencia artificial es interactuar con ella, hablar con ella, discutir con ella, preguntarla… lo que haría cualquier persona con cualquier ser vivo de la tierra. Si al hacerlo, encontramos algo que no es “normal”, podríamos afirmar que la inteligencia es artificial. Y he aquí que la cosa se pone todavía más interesante cuando la inteligencia artificial con la que debe interactuar el protagonista es Eva, o una preciosa Alicia Vikander.
Todo el decorado es aséptico, limpio, diáfano. Sin paredes en la zona de la residencia, sólo cristales para delimitar hasta donde debe quedarse la exuberante naturaleza boscosa que rodea la mansión del creador de Blue Book, pero permitiendo que la roca natural penetre allí donde comienza el hormigón. La naturaleza y el progreso en un mismo lugar dando paso a un oscuro interior con iluminación artificial, donde reside Eva. Una residencia idílica perfectamente integrada con un laboratorio oculto, otra referencia visual a nuestro día a día en el que somos invadidos, estudiados y analizados por cientos de empresas tecnológicas para convertirnos en el mejor de los casos, clientes.
Por encima de toda la carga filosofal y ética, “Ex Machina” mantiene elevado el el ritmo gracias a que adopta las formas propias de los thrillers. Ayuda esa forma de ir presentando cada día de investigación con Eva a base de rótulos explícitos, unas tarjetas de seguridad que delimitan los espacios a los que cada persona puede acceder y unas extrañas deficiencias energéticas que ocasionan apagones (y tensión) por toda la casa.
Todos los elementos está perfectamente justificados tanto por guion y resulta impresionante como sin caer en la narrativa explicativa, ni dar por hecho los conocimientos del espectador, la trama se desarrolla tocando distintos aspectos técnicos y científicos.
Cada personaje está fantásticamente bien justificado siendo impresionante precisamente la forma de ser de la robot Eva, Alicia Vikander. En un principio, es muy probable todo el mundo de por hecho que, aunque no se mostrase como robot, sería fácil de identificarla como inteligencia artificial por lo especial de sus movimientos, la capacidad de conversación y otros detalles, pero no es hasta la conclusión de la película y la rememoración de cada escena cuando uno se da cuenta de que todo, absolutamente todo lo que ocurre en la casa, tiene una justificación que va más allá de lo que se decide mostrar. Que no es poco.
Los tres personajes juegan por sus propios intereses. No desvelaré nada diciendo que Nathan quiere demostrar que ha construido la Inteligencia Artificial perfecta, Eva ansía la libertad y Caleb se dirime entre los acertijos, respeto y obediencia debida al excéntrico genio millonario y la ética y moral personal que surge de su relación con una bella máquina que, no sin cierta incertidumbre, da la sensación de que es algo más que eso.
El final de “Ex Machina” es sensacional y terriblemente apropiado. Precedido de unas inconcebibles y escalofriantes imágenes que pondrán la piel de gallina a más de uno, el desenlace va más allá de lo que cabría esperar de una amable película y se atreve a andar con lógica hacia la coherencia de las intenciones y pasiones de cada personaje.