‘Lo que de verdad importa’ llega a la cartelera como un buen ejemplo de solidaridad pero ¿lo será también de cine de calidad?
Crítica ‘Lo que de verdad importa’
Hay que reconocer que Lo que de verdad importa es una película que necesita algo de reposo tras la salida de la sala. Posiblemente supere tus expectativas previas -tras ver el trailer poca esperanza queda…-, pero también que necesite de un análisis más severo difícil de realizar tras saber que estamos ante una película completamente benéfica: si las intenciones de la cinta no fueran altruistas ¿merecería su paso por taquilla? Aquí es dónde un crítico se debate entre lo que escribiría de una película como la que nos ocupa y lo que siente que debe escribir para que el público vaya al cine y logre recaudar el mayor dinero posible. Complicado, ¿no? Claramente quedas condicionado por ese lado sentimental porque, aunque los discursos de apertura de los Premios Feroz digan lo contrario, los críticos de cine también tenemos nuestro corazoncito y sabemos valorar el esfuerzo, las buenas intenciones y las ganas puestas en un proyecto. Y en esta ocasión de estos tres factores a priori hay más que de sobra.
Paco Arango (¡Ala… Dina! y El inquilino) dirige esta cinta donde conoceremos a Alex (Oliver Jackson-Cohen), un “viva la virgen” que vive en Inglaterra y cuyo negocio de reparación de aparatos electrónicos no parece irle muy bien. Un día aparecerá en su vida un tío suyo, al que nunca ha conocido, para ofrecerle un trato: pagará todas sus deudas y si acepta vivir un año completo en Nueva Escocia (Canadá). Sin mucho tiempo para despedirse de su antigua vida, el joven se mudará a una pequeña localidad donde sus antepasados tenían una casa y donde desarrollará un poder bastante especial: curar a las personas. Alex se convertirá en ese “Elegido” al que pueblo estaba esperando.
No podemos negar que es uno de los proyectos altruistas más bonitos de los últimos tiempos, que logra de manera distendida unir valores tan importantes como la cultura y la solidaridad, ambas bastante olvidadas en nuestros días. Su problema será que básicamente, aunque seamos lo más benévolos posibles, nos encontramos ante una película más propia de Antena 3 en las sobremesas de los domingos que de una cinta digna de estrenarse en los cines. Su historia resultará pobre para el interés del en el espectador, basándose en mezclar -absurdamente- conceptos tan dispares como la magia, las sectas y Dios, para terminar pareciendo un producto diseñado exclusivamente para “las juventudes de Papa”. Claramente moralista, es un intento fallido de ejemplificar al público que entre en la sala. Pretenderá, mediante sermones camuflados en su trama, devolvernos una fe supuestamente perdida basando toda su solidez en unos acontecimientos mágicos obrados gracias a la intervención de curanderos y de poderes celestiales. Algo que ahora con tanta moda del reiki, las imposiciones de manos, las energías cósmicas, las constelaciones familiares… puede resultar incluso peligroso el difundir dicho mensaje entre los espectadores.
Lo bueno de acudir a la sala para ver Lo que de verdad importa es que estarás haciendo una buena acción y ayudando a niños que realmente lo necesitan; ahora bien, también puedes hacer un donativo del valor de la entrada a la Fundación Aladina -ONG a la que va destinado el dinero de la entrada- y acudir al cine a ver “lo que de verdad importa” de la cartelera: La la land.