El carismático actor Luke Evans da vida al vampiro más conocido de la historia en esta nueva película “Drácula: La leyenda jamás contada”. Dirigida por el neófito Gary Shore y escrita por Matt Sazama y Burk Sharpless, también nuevos en la causa, la película da una visión distinta a una leyenda tan conocida gracias a Bram Stoker.
Sinopsis de la película “Drácula: La leyenda jamás contada”
Ante el acoso de los ejércitos Turcos y la imposición del Sultán Mehemd II (Dominic Cooper) de recibir mil niños para ser entrenados y convertidos en infantería al servicio del imperio Otomano, Vlad El empalador (Luke Evans), que reniega de todas las atrocidades acometidas en el pasado, tratará de oponerse a un más que predecible ataque sobre su reino. Debido a la evidente desigualdad entre fuerzas bélicas Vlad acudirá al encuentro un maligno ser (Charles Dance). Tras un pacto de sangre, Vlad se convertirá en Drácula, un ser capaz de extrahordinarios poderes oscuros con los que vencer al más poderoso ejército de la tierra. Tras el transcurso de tres días, Drácula podra volver a ser humano si no sucumbe a la creciente sed sangre, hecho que le convertiría para siempre en vampiro inmortal al servicio del demonio.
Crítica de la película “Drácula: La leyenda jamás contada”
El guión de “Drácula: La leyenda jamás contada” estaba incluido en el listado de Franklin Leonard de 2006, famoso por su publicación anual de “La lista negra” donde incluye los proyectos más prometedores no producidos como era el caso del guion por aquel entonces llamado “Drácula año cero” de Matt Sazama y Burk Shapless. Michael De Luca, productor de la película y responsable de tantas otras (Noche de miedo, La red Social, o Capitán Phillips) tuvo a bien desempolvar el guion y dar la oportunidad de dirigirlo al artificioso efectista Gary Shore, reconocido por su corto “The cup of Tears“ y hasta ahora, director de anuncios y vídeos musicales.
Habiendo hecho las presentaciones de base, me extenderé a las dos estrellas de la película: El carismático Luke Evans(El Hobbit: La desolación de Smaug), y en la sombra (no sólo porque el personaje está relevado a un segundo plano sino porque también es el representante supremo del mal), el todavía más carismático, y cada vez mejor valorado gracias a su papel como Tywin Lannister en la famosa serie de Juego de tronos, Charles Dance (Alien 3). Luke Evans difiende a muerte su difícil personaje de héroe de pasado oscuro víctima de las circunstancias y Charles Dance hace lo propio a interpretar a una especie de nosferatu maligno con diálogos que en ocasiones parecen insostenibles. Ambos logran la magia (que nos creamos a un super Drácula y a un Monster Freak) gracias al peso de sus palabras y a la rectitud de sus expresiones.
La nueva versión de “Drácula: La leyenda jamás contada”, parte de los archiconocidos hechos históricos del temible Vlad El Emplador, mezclados con las típicas leyendas sobre hombres que le venden el alma al diablo a cambio de poder. Tomada la película de esta forma, como un cuento sobre leyendas e historias mágicas de demonios, los primeros minutos transcurren de forma interesante y entretenida mediante la consecución de escenas llenas de excesos visuales, planos imposibles llenos de código estilo manga, anime o cómic narradas con grandes discursos históricos para localizar el argumento.
Tras tanta parafernalia y concediendo en las superfluas e insípidas escenas familiares que tratan de justificar al personaje mediante relaciones de amor parterno filiales y de amor conyugal, tras pasar por alto situaciones más propias de los picapiedra o de Águila Roja (el príncipe Vlad parece que antes sacaría un ipad de madera que una estaca para empalar a nadie), la trama se desarrolla interesante (siempre en la primera parte de la película), cuanta más información aporta sobre el origen del personaje y cuanto más se acerca al misterio de su transformación en Drácula. Con un poco más de buena voluntad podría hasta interesarnos sus motivos, esa lucha, esa visicitud entre cumplir el deber por el bien de sus queridos súbditos aunque se resienta el bien personal. Un tema atractivo que, como es de esperar en este tipo de producciones, pronto se zanja de la forma más fácil y previsible (a host…).
Y es que una vez que Vlad se convierte en Drácula, todo se resuelve a base de repartir “el cuerpo de cristo” a diestro y siniestro, para desgracia de los turcos y con la gracia de los súper poderes que el personaje irá descubriendo a lo largo de la película y como consecuencia de su pacto de sangre con la representación del mal. Pocas trampas argumentales y muchas oportunidades perdidas de darle la vuelta a la situación. No se explota una opción muy interesante como lo podría ser ver cómo el mal tienta a la persona, como el ser diabólico conquista al personaje de Vlad, como una persona se puede volver en un monstruo… En fin. Posibilidades simplificadas en la obligación de cumplir un pacto entre Vlad y el monstruo que no es otro que el de no beber sangre por mucha sed que le de al verla brotando de cuerpos agenos y la prueba de ser Drácula será reversible tras tres días de prueba de súper poderes a saber: Súper fuerza, súper velocidad, volar, controlar los fenómenos meteorológicos, transmutarse en una bandada de murciélagos… Un magnífico elemento (el de cómo los mortales desafían a las deidades o intentan beneficiarse de poderes malignos tratando de engañar a los demonios) tratado de forma tan banal en“Drácula: La leyenda jamás contada”, que más que un gusto épico, queda la sensación de promoción televisiva “pruébalo y si no le convence, le devolvemos el dinero”.
Y como era de esperar… los malos son los Turcos, no porque sea un imperio conquistador no, sino porque en la vanguardia van con críos “malotes” que miran mal a las buenas gentes de los reinos y no tendrían ningún reparo en repartir “un par de yoyas” a aquel que le lleve la contraria al machote alfa que es el Sultan Mehmed II que, por mucho que lo intente su interprete Domic Cooper (Need for Speed), este y los demás personajes “malos”, no hay por donde pillarlos. Por no decir que para atacar tienen unas ideas muy raras… (y no desvelo por qué porque eso hay que VERLO).