Nueva entrega de la saga Cloverfield que, tras su estreno en cines en EE.UU, se materializa por sorpresa en la plataforma de VOD por excelencia como si de una colisión interdimensional se tratase. Una horror sci-fi dispuesta a revelarnos la génesis de la transformación de nuestro planeta en receptáculo de monstruos.
Sinopsis de The Cloverfield Paradox
Año 2028. Una crisis energética a nivel global amenaza con extinguir la vida en La Tierra tal y como la conocemos. La última esperanza de la humanidad reside sobre las espaldas de un grupo de científicos de élite, que convivirán en el interior de una estación espacial mientras orbitan alrededor del planeta ejecutando su misión: lograr un flujo estable de energía como consecuencia de la manipulación de un acelerador de partículas.
Crítica de The Cloverfield Paradox
Debemos reconocer que, en lo que al VOD se refiere, aún existe un margen de sorpresa notable para los consumidores; cuando creíamos asimiladas las nuevas dinámicas de estas plataformas, llega Netflix y nos sacude un nuevo revés. En lugar del tan comentado proyecto God Particle, la productora Bad Robot nos entrega el tercer eslabón de ese peculiar universo cinematográfico etiquetado como Cloverfield, y que arrancara allá por el 2008 con Monstruoso (Matt Reeves), a la que en 2016 siguió su secuela Calle Cloverfield 10 (Dan Trachtenberg). La primera, una divertida derivada de Godzilla cámara al hombro, y la segunda, la mejor de todas con diferencia, una oda a la paranoia posnuclear. Y aunque esta nueva entrega contiene referencias variadas a sus dos predecesoras, lo cierto es que el resultado da la sensación ser más un giro de timón improvisado, que el producto de una intrincada campaña de márketing. De hecho, más que jugar a su favor, el apellido Cloverfield resta puntos a su nueva entrega.
Más cerca en su ambición a productos como la reciente Life (Daniel Espinosa – 2017), sin duda lo peor de The Cloverfield Paradox es un planteamiento formal ramplón, que bebe descaradamente de la maravillosa Horizonte Final (Paul W.S. Anderson – 1997); aunque, a diferencia de esta, no se aprovecha la sucesión de hitos terrorífico-sobrenaturales para tejer las distintas subtramas de la sufrida tripulación, sino que se producen de manera arbitraria. Los personajes, quizá demasiados, son totalmente planos, y el film únicamente tiene como meta desarrollar a nuestra protagonista Hamilton (Gugu Mbatha-Raw). Decisión que lamentamos, puesto que el elenco de actores es tan envidiable como extraño (¿Zhang Ziyi intimando con Daniel Brühl?). Dicho esto, también cabe resaltar que pese a la llaneza a la hora de pintar los personajes, las interpretaciones son correctas, se nota el oficio, y lo cierto es que en ningún momento esto supone un lastre para el visionado.
A los mandos de la dirección se ha situado al desconocido para el gran público Julios Onah quien, gracias a un montaje efectista pero adecuado, mantiene invariable el ritmo ágil de la película, logrando que esta no se haga larga y aburrida. Y aquí es donde reside el principal valor de este film: es divertida. El espectador aficionado al cine de género fantástico y terror, superadas las barreras de lo anteriormente descrito, hallará en The Cloverfield Paradox secuencias impactantes y muy, muy locas; me arriesgaría a decir que la que atañe al personaje de Mundy (Chris O´Dowd) muy probablemente formará parte del imaginario fandom, y no tardaremos en hallar representaciones varias.
Resumen de The Cloverfield Paradox
En resumen, una película meramente entretenida, sin más, cuyo nivel de disfrute es inversamente proporcional al carácter crítico del espectador. Y donde el mayor giro, quizá, resida en hacernos ver que, en realidad, esta película se toma mucho menos en serio a sí misma de lo que podríamos sospechar al inicio del visionado; algo que queda muy patente gracias al sonrojante plano final.