Martin Scorsese dirige Silencio, una película tan sobria como apasionante, capaz de conmover hasta la fe más apagada retando continuamente a la moralidad del espectador.
Sinopsis de ‘Silencio’
En el siglo XVII dos sacerdotes Portugueses, Rodrigues (Andrew Garfield) y Garrpe (Adam Driver) decidirán buscar en Japón a el padre Ferreira (Liam Neeson), quien les instruyó en la Fe cristiana. Tras recibir inciertas noticias sobre la renuncia en las creencias cristianas de su mentor, y desafiando el peligro que supone viajar a Japón debido a la brutal represión que castiga a los sacerdotes y feligreses con la tortura o la muerte, se dirigirán a la tierra del sol naciente para encontrar a su queridoFerreira.
Crítica de ‘Silencio’ de Martin Scorsese
La Navidad siempre es un periodo muy atractivo para el cine. Por un lado, suelen estrenarse las grandes apuestas del entretenimiento infantil, familiar y el público general; mientras que por otro lado se pueden encontrar las típicas superproducciones recaudatorias y las que se están labrando un camino en la carrera de los Óscar. Entre estas últimas se encuentra la prometedora Silencio, tan larga -dos hora y cuarenta minutos de metraje- como satisfactoria. Una película que, sin salirse de un único tema, como lo es el de la fe cristiana, plantea un continuo reto de moralidad y ética para cualquier tipo de espectador.
El espectador, sin apenas darse cuenta, será retado sin cesar a plantearse directamente la profundidad de sus creencias a la vez que el protagonista, Andrew Garfield (Hasta el último hombre, 2016), trata de lograr su objetivo al mismo tiempo que realiza su trabajo de sacerdote entre los habitantes cristianos que continúan rindiendo culto en clandestinidad. El vistazo superficial de alguien ajeno al contenido de la cinta podría pensar que este tipo de reto solo atañe a aquellos que procesen la fe cristiana, pero nada más lejos de la realidad. La película está desarrollada de tal manera que, aun tratando un tema tan específico como este, logra alcanzar valores universales.
Martín Scorsese habla de sacrificio, de fe, de persistencia, de sufrimiento, de negación, de resilencia, de perdón, de amor, de tortura… De temas grandes y absolutos y, a pesar de la aparente persistente redundancia de las escenas -los sacerdotes deben cuestionarse sus creencias y su fe casi de forma continua-, en cada nueva propuesta, tanto el espectador, como los personajes, descubrirán un singular reto que apelará a la propia introspección de los valores personales. Un ejercicio tan sorprendente el que realiza el director, que logrará inesperadas conclusiones en aquellos espectadores que se creían vacíos y a su vez, confirmaciones en los que entrasen a la sala esperando encontrar la marcada temática de fe.
Silencio no es una película panfletista ni dogmática. Para nada se acerca a la instrucción de la fe cristiana. Tampoco ofrece ningún tipo de mensaje a favor ni en contra. La narración se mantiene al margen de este tipo de posibilidades que resultan irrelevantes para la esencia de la cinta. Cualquier persona, sea de la creencia que sea, siga al culto que siga, hallará un fascinante camino fílmico que le hará vivir toda una experiencia personal acompañando al jesuita durante su apasionante viaje.
Basada en la novela de Shûsaku Endô, Silencio está escrita por Jay Cocks (Gangs of New York, 2002) y por el mismo director de la película, Martín Scorsese (El lobo de Wall Street, 2013). Sólido, el guión está compuesto tanto por largas y laboriosas escenas cargadas de complejos diálogos, como por extensos monólogos de voz en off que narran con sutileza o no, lo que acontece en imágenes.
Martin Scorsese mide los tiempos a la perfección. Dilata las escenas todo lo necesario para transmitir una continua sensación de desasosiego allí donde es necesario. No inunda la película de música para conducir las emociones. Simplemente expone los hechos y deja que el espectador observe, escuche y juzgue hasta lograr la catarsis de la audiencia. Todo pretendido, todo pensado y todo ejecutado a la perfección.