John R. Leonetti dirige la película “Siete deseos”, una cinta de terror al más puro estilo americano que nos hará volver a desear al chico sexy de clase y a querer ser la más popular del instituto. Bienvenidos a los 2000.
Crítica de “Siete deseos”
Si metiéramos en un mismo recipiente la película ‘Jóvenes y brujas’, ‘Destino final’, ‘Chicas malas’ y ‘Wishmaster’ probablemente obtendríamos como resultado un guión muy parecido al de Siete deseos. A grandes rasgos, esta cinta de terror no pasa de ser una película teenager más, a medio camino entre el terror con mucha casquería, una comedia macabra con toques de humor negro y un retrato costumbrista de los clichés de la América adolescente.
Aunque soy consciente que cada vez resulta más difícil innovar en el género de terror, tampoco hubiera pasado nada si John R. Leonetti –mano derecha de James Wan, responsable de Saw, The conjuring o Insidious– hubiera puesto un poquito más de carne en el asador para innovar un poco, como sí hizo Wan con las cintas que pasaron por sus manos, reinventando el género en muchos casos.
El argumento ya deja entrever lo que será una hora y media de ligereza cinematográfica: Claire (Joey King) tiene dieciséis años. Es la típica chica americana que le encantaría ser popular, pero realmente habita en las clases más bajas del high school. Un buen día su padre, que es chatarrero, encuentra una extraña caja en la basura y se la regala. El juguete resulta ser una caja china de los deseos que le concederá siete. A cambio, por cada deseo, una persona de su círculo cercano morirá de la forma más retorcida –y escandalosa– posible.
Poco hay que decir de esta película. Cumple todos y cada uno de los tópicos de cinta de terror americana: el chico sexy, el grupo de amigos, las ansias por la popularidad, el instituto como campo de batalla social, las malas malísimas que sí son populares… De hecho, la rubia popular –presumiblemente animadora y lo más parecido a una antagonista– recibirá su merecido en el primer deseo de Claire. Así, poco a poco, irá haciendo todos sus sueños realidad. Pero seamos sinceros, la chica tampoco es que sea muy original deseando cosas. En serio, cero originalidad. Y encima no puedo decir nada acerca de lo que pide porque en eso consiste el grosso de la película y sería lo más cercano a destripar una película sin entrañas. La otra mitad de la intriga lo completa la forma en la que mueren los personajes. Muy ‘Destino final’ todo.
Eso sí, la banda sonora es increíble. Además, cumple una doble función: ambientar musicalmente y traernos al año 2017 cuando nos sintamos demasiado confundidos viendo en pantalla una película con argumento de los noventa.
En definitiva, Siete deseos no pasa de ser una película de terror de segunda división, de esas que te pones en Netflix un domingo de resaca mientras esperas que llegue la comida china que has encargado. Lo cual no quiere decir que sea mala, simplemente que cumple la función de entretenimiento low-cost: no hace falta pensar, solo sentarse a ver un desfile de matanzas sin orden ni concierto.