Este viernes, 29 de Marzo, llega a nuestros cines “Invisibles”. Una película muy de nuestro tiempo; una película a la que no le tiembla el pulso a la hora de instilar al espectador, durante sus cien minutos, en torno a las bondades de las que adolece y precisa la sociedad; y en torno a los demonios que la atormentan. Si eres de los que piensa que el cine “debe” ,y no “es”, te encantará. Maniqueísta es poco. La última vez que me sentí tan enrabietado, huérfano y desamparado, fue a la salida de misa.
Crítica de la película “Las Invisibles”
“Las Invisibles” narra la historia de un centro de acogida y de las mendigas que lo integran. Numerosas dificultades irán surgiendo, y veremos cómo estas mujeres luchan y bregan por salir adelante. Así como también se nos revelarán los motivos de por qué están en esta situación
Hay en “Las Invisibles” una fachada buenista, de reivindicación social, de búsqueda de redención, de restituir o rescatar poniendo sobre el tapete los porqués de los desheredados (desheredadas en este caso) y cómo la sociedad los tiende a denostar, si no con crueldad, con desprecio pútrido e inmisericorde.
En la historia del cine hay multitud de films y autores que, en mayor o menor medida, tratan estos temas, o han consagrado sus carreras a este género. Desde Ken Loach ( Yo, Daniel Blake; En un mundo libre), a los hermanos Dardenne (La promesa; dos días y una noche), pasando por nuestro Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol; Princesas), o por aquella obra maestra de Mike Leigh que se adentraba en la tragedia de los abortos clandestinos en la Inglaterra de los años 50: El secreto de Vera Drake.
Menciono a estos autores y a estas películas no tanto porque hayan servido de inspiración a “Invisibles”, como para parapetarme ante lo que pueda acontecer; o para labrarme un salvoconducto que me permita escapar cuando esto reviente; o para alertar al espectador dubitativo o menos avezado de que la película que aquí nos concierne, a pesar de sus presuntas buenas intenciones, no es buen cine social, ni siquiera se le acerca, y mucho menos lo pretende.
“Las Invisibles” es un producto proselitista y tendencioso. Louis – Julien Petit, el director de la cinta, no narra, no cuenta, no dirige, sermonea; inventa una cosmogonía falaz y alienta al enfrentamiento. Dejando de lado circunloquios, habrán escuchado aquello de que los ángeles no tienen sexo ¿verdad? Pues esta película busca “demostrar” todo lo contrario. Si que lo tienen. Les invito a que adivinen cuál y, ya de paso, adivinen cuál es el de los diablos; el de los representantes de todo lo malo.
“Las Invisibles” es una película necesaria, si, pero no precisamente por los motivos que a priori podríamos suponer. Es una película que servirá para que las nuevas generaciones de historiadores, dentro de tres o cuatro décadas, puedan hacerse una idea fidedigna del tiempo que nos tocó vivir; de sus excesos y sus consecuencias. Nunca un cine tan abiertamente maniqueo, falaz y tendencioso, gozó de tal aquiescencia por la sempiternamente aborregada sociedad. Bueno, quizá si; quizá en el seno de la Unión soviética o durante los años de la Alemania Nazi.