Aristócrata, marchante de arte, refinado, resabiado, caradura… Johnny Depp interpreta así a Mortdecai, un personaje tan estrafalario y original como sosa e insustancial resulta la película.
Crítica “Mortdecai”
No es ningún secreto que a Johnny Depp le encantan los personajes diferentes. Eduardo Manos Tijeras, Willy Wonka, el pirata Jack Sparrow son algunos de los que le han traído fama, gloria, y el último, una sustanciosa cantidad de dinero. Pero Mortdecai… lo más probable es que le deje un gran dolor de cabeza y algún que otro agujero en su bolsillo como productor de la película. ¿Habrá sido su afición por la interpretación de los raritos cinematográficos lo que le ha llevado a transformarse en el increiblemente casposo Mortdecai?
Mortdecai cuenta con un gran reparto principal a parte del ya mencionado Johnny Depp. Gwyneth Paltrow, en el papel de la mujer del aparentemente millonario Mortdecai, se salva de la quema en esta indecente película gracias a su gran potencial interpretativo, su inherente elegancia y su fantástica belleza alejada de los quirófanos. Un decentemente perdido Ewan McGregor mantendrá un insulso pique antagónico con Johnny Depp en su papel de inspector del MI5; y unos cuantos secundarios de lujo proporcionarán ligeras pinceladas de color a esta funesta obra alejada del posible humor para el que fuera concebida.
Varios problemas del guión adaptado de Eric Aronson de la novela de Kyril Bonfiglioli (Don’t Point That Thing at Me” (No me apuntes con esa cosa) harán difícil de ver (y de querer seguir) la poco interesante trama que nos presenta Mortdecai: la desaparición de un mediocre Goya en proceso de restauración y el asesinato de su restauradora a manos de un peligroso criminal internacional que implicará la inevitable colaboración de Mortdecai con el MI5 para esclarecer el secreto en torno al caso. Bromas demasiado explicadas, recurrentes chistes harto gastados ya en los tiempos que corren, y una fijación nada entretenida con el reciente bigote de Mortdecai, atormentarán a aquellas personas que no hayan entrado al juego del absurdo poco gracioso. Mortdecai juega en ocasiones con el humor tipo Pantera Rosa pero el mismo personaje habla demasiado, explica demasiado y, a parte de a la audiencia, su actitud no parece cansarle a nadie.
La decencia de la dirección de David Koepp (más conocido por sus irregulares trabajos como guionista) y el aparente alto ritmo del montaje no hacen milagros en la generalidad de la película, que arrastra a la pesadumbre con cada uno de los diálogos en los que Mortdecai es o no protagonista. Escenas absurdamente justificadas dentro del paroxismo del juego y momentos bastantes bochornosos, se sucederán con escenas que debieron ser suprimidas, como esa en la que, con la gracia de provocar vómitos, un personaje adultera el marisco de una fiesta.
Otro caso más de alguien que está totalmente equivocado o que, siendo consciente del previsible resultado, desoye intencionadamente las advertencias de sus allegados, si es que alguien fue lo bastante sensato como para decir al gran Jonny Depp “no creo que Mortdecai sea una buena idea”. Pero ¿quién sabe? a lo mejor la novela original “No me apuntes con esa cosa” es algo que un lector no debería perderse. Desde luego, llama la atención que se invierta tanto tiempo y dinero en llevar esta historia a la gran pantalla que, sin conocer la obra, y con el enfoque apropiado, podría haber tenido su peso en el cine de humor absurdo. ¿Alguien sabe si Groucho Marx estaría interesado en hacer una aparición pública?
Sinopsis “Mortdecai”
Los servicios del aristocrático Mortdecai (Johnny Depp), experto marchante de arte y estafador redomado, son requeridos por Martland (Ewan McGregor) un alto cargo del MI5, para esclarecer los motivos por el que un terrorista ruso ha robado un Goya que estaba siendo restaurado. A pesar de la enemistad que les separa, Mortdecai accede a colaborar debido a la ruinosa situación en la que se encuentra. A su vez Johanna (Gwyneth Paltrow), la elegante mujer de Mortdecai, decide iniciar una investigación por su cuenta sonsacando a Martland la información confidencial de la que dispone el servicio secreto británico.
