Los actores Idris Elba y Kate Winslet protagonizan “La montaña entre nosotros”, una historia de supervivencia empañada por la forzada aventura romántica que vivirán sus dos protagonistas.
Crítica de la película “La montaña entre nosotros”
Hany Abu-Assad (Idol, Omar, Paradise Now) dirige esta adaptación cinematográfica de la novela homónima de Charles Martin, con guion de J. Mills Goodloe (El secreto de Adaline). La cinta narra la aventura de supervivencia vivida por dos desconocidos tras un accidente aéreo y cómo dicha situación limítrofe unirá sus destinos para siempre. Con una producción y una fotografía cuidadas al máximo, lo que no convencerá de dicha propuesta es que la supervivencia pase a un segundo plano para dejar paso a la posibilidad de que florezca el sentimiento romántico entre sus dos protagonistas. Así lo que podía ser arriesgado, desconocido y angustioso pasará a convertirse en un paseo romántico por una montaña nevada.
“La montaña entre nosotros” se nutre de un paisaje de infarto y del magnífico trabajo que hacen sus dos protagonistas intentando que el espectador intuya su affair montañoso y sufra por las consecuencias que puede traerles el hecho de que nadie llegue a localizarlos jamás en un lugar tan inhóspito. Idris Elba será Ben Bass, un cirujano que tiene que volar urgentemente para realizar un trasplante, y Kate Winslet será Alex Martin, una reportera que tiene que llegar a tiempo a su propia boda. La atracción irá creciendo entre ellos, eso sí, de manera súper forzada, mientras su situación se complica y sus posibilidades de sobrevivir cada vez son menores. Pero aunque se les presenten mil dificultades en su intento de salvar la vida, estará siempre tan presente ese intento de “flechazo” entre sus protagonista que llegará un punto que desconectaremos totalmente de dichos “problemas montañosos” y nos importe ya bien poco que pase o deje de pasar con su desesperada situación. Quizá en este punto ya sólo nos preocupe la situación del leal perro que los acompaña en esta travesía.
Para terminar resaltar que su director Hany Abu-Assad consigue dejar al espectador helado con una propuesta exenta de toda clase de carísma y riesgo, algo que terminará relegándola a la temida opción de cine de sobremesa; situación común de todas aquellas películas en las que si te echas una cabezadita durante diez minutos tan poco te habrás perdido gran cosa.