Hossein Amini dirige la adaptación cinematográfica de la novelista Patricia Highsmith, Las dos caras de Enero, con Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, y Oscar Isaac como protagonistas del suspense. Amini hace un homenaje al cine clásico interesante en la forma y el contenido pero no en el resultado.
Sinopsis de la película ‘Las dos caras de Enero’
1962. Rydal (Oscar Isaac) es un joven vividor de origen norteamericano que eventualmente se gana la vida como guía turístico enseñando ruinas y lugares culturales en Grecia a visitantes extranjeros de los que sabe cómo sacar algo de dinero sin que pierdan la sonrisa.
Mientras desempeña su trabajo, Rydal se fija en una elegante pareja de turistas americanos. Ella, Colette (Kirsten Dunst) es una atractiva y sensual mujer, y él, Chester MacFarland (Viggo Mortensen), un hombre maduro y carismático que le recuerda a su padre recientemente fallecido. Rydal, que sabe reconocer una buena ocasión de trabajo, se ofrece como guía a la pareja con la que entablará una provechosa relación, pues los MacFarland cuentan con un alto poder adquisitivo.
El inesperado encuentro de Chester con un hombre armado hará que la pareja necesite darse a la fuga de manera inmediata y Rydal, que cuenta con amistades en los bajos fondos, les ayudará a salir del país a cambio de una generosa cantidad de dinero. En la huida, Rydal descubrirá, y se verá involucrado, en los turbios asuntos y la relación de los MacFarland.
Crítica de la película ‘Las dos caras de Enero’
Hossein Amini, hasta ahora conocido como guionista de películas como Blancanieves y la leyenda del cazador, Shangai, o Drive, uno de sus guiones más aplaudidos, se mete en la dirección para adaptar a la gran pantalla una de las novelas menos queridas de Patricia Highsmith, Las dos caras de Enero. Si Alfred Hitchcock, reportó a la escritora una temprana fama con la versión cinematográfica de su primera novela Extraños en un tren, y sucesiones adaptaciones ayudaron a consagrarse como novelista de suspense, con la película de Las dos caras de Enero la autora recibe un homenaje doble por parte de Hossein Amini al hacerse cargo de la adaptación de una novela difícil y olvidada –cuenta el Amini que la tenía en mente desde que la leyó en la universidad hace ahora 30 años– y por el tratamiento estético clásico con la que ha decidido poner en escena una obra publicada originalmente en 1964.
Interesante en cuanto a la forma y el estilo, Las dos caras de Enero se nutre de cuidados encuadres ambientados con una banda sonora clásica, sin ningún instrumento electrificado, empeñados a transportarnos a la época donde un género, el del suspense, atrapaba la expectación del público gracias únicamente a la intriga que se desarrollaba en el guion y a inevitables escenas de acción comedida. Hoy, debido al desarrollo de los medios, efectos, y ansias de inmediatez, ese género ha dado paso al thriller que, si bien ese término significa “suspense”, en mayor medida hace referencia a esas películas cargadas de acción de artificio donde los giros de guion son tan constantes, impredecibles y abyectos que el desenlace suele resultar tan inesperado para el espectador como indiferente.
Pues bien, se podría decir que Hossein Amini consigue mostrar el suspense que quiere crear pero, al contrario de los clásicos, no logra despertar la intriga que pretende. Quizá aquello mismo que quería probar, seguir el modelo del suspense adaptado a las exigencias de ritmo actual, no ha funcionado. Es posible que al acelerar el tiempo del suspense clásico haya creado sin querer un híbrido, un homúnculo que tiene forma de suspense con espasmos controlados de un thriller que empuja desde dentro para mostrar su verdadera cara. Esto, observado a través de los ojos de un espectador medio, produce una extraña sensación de desconcierto pues, ni se materializa la vertiginosa acción, ni hay un verdadero, falso, o abyecto pastel que descubrir que comerse al final de Las dos caras de enero.
En los primeros minutos de la película, la trama y la interpretación logran crear una gran expectación que poco a poco se va diluyendo al descubrir que tras las máscaras del misterio no se esconden más que precipitadas acciones y evidentes consecuencias hasta dar paso al resultado más destacado de la película, el emotivo desenlace de la última escena en la que Viggo Mortensen es el protagonista.