‘El faro de las orcas’ presenta la historia real de Beto Bubas, el mayor experto en orcas del mundo. Una cinta que destaca por su alto nivel técnico y visual, pero que deja bastante que desear en cuanto a su guion.
Crítica de la película ‘El faro de las orcas’
La película que este fin de semana llega a las carteleras bajo el título de El faro de las orcas intentará construir toda su trama a partir de un hecho real, que si bien puede ser más que interesante para un documental del National Geographic poco puede ofrecer como largometraje, o por lo menos de la manera en que está planteado.
Beto Bubas (interpretado por Joaquín Furriel) es un guardafauna que pasó quince años viviendo en Península Valdés -Patagonia Argentina-, tres de los cuales estuvo aislado de todo y de todos mientras estudiaba el comportamiento de las orcas, algo que le ha llevado a convertirse en uno de los mayores expertos del mundo en orcas. Así fue como un periodista de la revista VIVA llegó hasta él para hacerle un reportaje y, casualidades del destino, uno de los ejemplares de dicha revista terminó en manos de Graciela, una mujer de Buenos Aires, cuyo hijo, Agustín, sufría autismo. Cuando el niño descubrió la imagen de Beto acariciando orcas salvajes, se le dibujó una sonrisa y pronuncio las primeras palabras en sus diez años de vida. La madre entusiasmada no dudó en contactar con Beto para ir a visitarle y comprobar si había posibilidades de mejora en la enfermedad del pequeño. Y hasta aquí la historia real que queda plasmada en la cinta, con la diferencia de que la madre coraje aquí se llamará Lola (Maribel Verdú) y el niño Tristán (Joaquín Rapalini), y ambos viajaran desde Madrid para conocer a Beto, algo que simplemente sirve para justificar la presencia española en una cinta coproducción con Argentina.
Gerardo Olivares (Entrelobos, 2010), director y guionista de la película junto al propio Beto Bubas, nos traslada de forma magistral a los paisajes de la Patagonia. Majestuoso su plano de arranque. Visualmente estamos ante un trabajo impecable que dejará a cualquiera perplejo mientras admira este precioso paraje natural. Su reconocido trabajo al mando de documentales se deja apreciar en cada toma, en cada tiro de cámara, y eso se agradece y mucho. Consiguiendo dibujar un paisaje tan salvaje como místico y sosegado, invitando a la reflexión natural de cada espectador sobre el modo de vida artificioso, estresante y materialista que llevamos, y que en la mayor parte de las ocasiones no consigue hacernos felices. Incluso ha conseguido con éxito lo más complejo, integrar en la película a sus personajes estrella: las orcas salvajes; tema difícil de resolver resultando realista a los ojos del espectador y que ha logrado a la perfección gracias a la inteligente combinación de imágenes de orcas en libertad, incluir animatronics (trabajo de DDT Efectos Especiales premiados por ‘El laberinto del fauno’) en las escenas que tenían intervención los actores y concluir todo con un maravilloso trabajo digital. Resultará realmente imposible averiguar cuáles son las orcas digitales o robóticas y cuáles las reales.
A pesar de todo lo resaltado, El faro de las orcas no termina de seducir al espectador con la historia narrada, básicamente por varios problemas: la historia de amor que surge entre Beto y Lola resulta forzada y repleta de clichés; su desenlace se deja intuir desde los primeros minutos de metraje; varias reacciones ante las andanzas del niño resultan incoherentes entre sí. Además ese elevado gusto por la estética y el paisaje ralentizarán el desarrollo de los acontecimientos, haciendo que finalmente la película resulte más larga de lo necesario. Claramente la parte que bebe más del documental quedará bastante por encima de la dramática.