Maribel Verdú protagoniza una historia de acoso laboral contada de forma firme y solvente, pero con demasiada frialdad, a modo de thriller de misterio en ‘La punta del iceberg’.
Crítica ‘La punta del iceberg’
Despiadada, fría, distante. Así es Sofía Cuevas una vez se enfunda en su falda de tubo y se calza sus zapatos de tacón. Ella es la persona más temida, y a la vez odiada, de una gran multinacional tecnológica ya que en sus manos está la difícil misión de decidir quién, cuándo, cómo y por qué hay que despedir a uno de sus trabajadores. Y no le tiembla el pulso a la hora de tomar ese tipo de decisiones, es vox populi que despidió a su propia cuñada aún sabiendo que su hermano ya estaba en paro en esos momentos y que el suyo era el único sueldo que llegaba a casa. Ahora tiene que mediar en una de sus filiales, parece ser que el ritmo de trabajo infernal al que el director del centro está sometiendo a sus trabajadores ha provocado ya varios casos de suicidio en el propio edificio. Así de interesante arranca La punta del iceberg, una película donde thriller de misterio y crítica sobre la pérdida de los derechos laborales se dan la mano.
Y es que hay más de realidad en la película de lo que a priori podamos imaginar. Jefes tiranos, compañeros trepas dispuestos a todo, nivel de estrés por las nubes, jornadas laborales infinitas donde se sabe a qué hora se entra pero no cuando se termina, incertidumbre continua sobre el puesto de trabajo, cámaras grabando a los empleados… ¿no os resulta familiar? Por algo se dice que la mejor película de terror es la que recurre a temas del día a día. David Cánovas dirige esta inteligente crítica al momento de crisis laboral que vivimos en la actualidad. De hecho la historia ficticia de la cinta está basada en varios sucesos reales, casos como los ocurridos en la multinacional de France Télécom o en la planta de innovación tecnológica de Guyancourt de Renault donde se produjeron una oleada de suicidios relacionados con el acoso laboral. Basada en la obra de teatro homónima escrita por el dramaturgo Antonio Tabares, texto galardonado con el Premio Tirso de Molina 2011 y el Premio Réplica 2012.
Desconozco lo que se ha llevado Maribel Verdú de recuerdo de este personaje -haciendo alusión al grandioso anuncio de Mercedes-Benz- y del rodaje de La punta del iceberg pero lo que está claro es lo que nos ha regalado en esta ocasión a los espectadores: una soberbia interpretación del papel de “la bruja de recursos humanos” que poco a poco se va transformando en detectivesco -tiene 24 horas para llegar a una conclusión- hasta alcanzar la redención final. Todo un recorrido interpretativo que la Verdú hace con la solvencia y la fuerza a la que nos tiene acostumbrados. Sobre su personaje recae el peso de toda la cinta y sólo una actriz de sus características habría soportado tantos primeros planos mostrando, muchas veces sin palabras, los deseos, miedos y demonios más ocultos del personaje.
Una cinta donde el mobbing está presente en cada esquina y en la que por fin se hacen visibles los miles de suicidios sucedidos durante los años de la crisis financiera que se han ocultado de forma sistemática a la ciudadanía. La punta del iceberg nos plantea de manera inteligente, pero quizá también bastante fría y distante, esas dudas que a más de uno se le habrán presentado alguna vez: ¿merece la pena dejarse la vida, literalmente, por el puesto de trabajo? y ¿qué estarías dispuesto a hacer para conservarlo o ascender?