Susan Sarandon protagoniza este simpático melodrama donde quedan retratadas la forma de ser de aquellas madres llamadas “pesadas”.
Crítica de ‘Una madre imperfecta’ (2016)
Las madres son unas pesadas. Esto es un hecho. Es así. Es algo que mi hermana repetía una y otra vez a mi madre cuando la acribillaba a preguntas sobre sus planes para salir, sobre los estudios, los ligues, las amigas… Es algo que he pensado yo cada vez que tenía tropecientas llamadas perdidas en el móvil. “¡Qué pesada!”. Por lo visto, la directora y guionista Lorene Scafaria (Buscando un amigo para el fin del mundo. 2012) también tiene una madre pesada. Tanto, que al final acabó por hacerla una película, esta,Una madre imperfectabasada en su propia experiencia.
Susan Sarandon(Thelma y Louise. 1991) es Marnie, la madre pesada de Lori (Rose Byrne. La boda de mi mejor amiga. 2011), guionista con trabajo que vive en California y que tiene que preparar un importante proyecto que tiene todas las posibilidades de convertirse en serie. Marnie ha perdido a su marido recientemente pero lo lleva bien. Sabe que su hija necesitará mucha energía positiva de la que ella desprende y por ello deja Nueva York para trasladarse a vivir a una casa cercana a la de su hija, en California.
Marnie está decidida ayudar en todo a Lori. La dará consejos sobre su ex pareja Jacob (Jason Ritter), de la cual su hija sigue enamorada; la tratará de organizar la agenda para ayudarla en el duelo por la pérdida de su padre; incluso debatirá con la psicóloga de su hija la mejor forma para que esta vuelva a recuperar la sonrisa… Así y todo Marnie tendrá tiempo para hacer nuevos amigos, estará a todas horas en la tienda Apple Store hablando con un simpático dependiente (Jerrod Carmichael. Malditos Vecinos. 2014), dará largos paseos por la fantástica ciudad en la que vive, se colará en rodajes cinematográficos -donde le surgirá la posibilidad de tener un ligue (J.K. Simons. Whisplash)-, sacará tiempo para hacer un voluntariado en un hospital, e incluso se llegará a hacer cargo de la organización y el sufragio de la boda de una amiga de su hija de la que ni siquiera recuerda su nombre (Cecily Strong). ¡Marnie no tiene problemas! Sólo una fortuna heredada de su difunto marido y mucho tiempo libre para ayudar a los demás…
Ligera, entretenida y simpática. Así es esta comedia que parte de una realidad absoluta: ¡Todas las madres son muy pesadas! Si son buenas, claro. La directora Lorena Scafaria sabía que partía de un valor universal para llevar al cabo al cine esta historia personal llena de licencias. Al parecer la Lorena también perdió a su padre en un momento muy complicado y la historia principal, comparte muchos puntos de realidad. Ella se encontraba preparando una película, su madre se marchó a vivir cerca de ella en California, también se hacía amiga de todo el mundo que andara cerca de su hija y además no paraba de meterse en su vida… Vamos, lo que viene siendo una madre.
“La madre imperfecta” no busca taladrar el alma de los espectadores. No tiene ninguna pretensión que la que suele tener una buena comedia: entretener a la audiencia mientras le proporciona una sonrisa. Y lo logra, sin más, por todos los buenos elementos de los que dispone y por todas las buenas intenciones que propone. De vez en cuando es un verdadero placer sentarse en una sala de cine y descubrir que una aderezada cotidianidad -nunca se pierde la perspectiva de que esto es una película y como tal debe comportarse- es una magnífica alternativa a pesadas obras dramáticas, intensas interpretaciones, vehementes imágenes de fotografía cargadas de simbolismo, derrochadores efectos visuales o apasionados documentales. A veces uno tan sólo pretende descubrir una historia cercana, llena de buen gusto y realizada por grandes profesionales del medio cinematográfico.
Susan Sarandon engancha desde el primer minuto. Nada más oír el sonido de un despertador y descubrirla tumbada en la cama mientras se decide a ponerse en marcha uno ya puede sentir la atracción de querer conocer a un personaje normal, que luego para nada resulta serlo tanto, porque, gracias a Dios, “La madre imperfecta” sigue siendo en todo momento una película en la que no dejan de pasar cosas -ni pierden la oportunidad de dejarlas pasar-.
El guión de la directora está escrito con buen gusto. No deja que su historia personal tiña de sentimentalismo la película y tampoco permite que la comedia se escore hacia el chiste continuo. No cansa. Es ágil. Presenta conflictos momento a momento, hace referencias a ellos, los para a tiempo y los retoma cuando corresponde. La escaleta está encajada a la perfección. No se le puede objetar exceso de nada. Si acaso, quizás, en algún momento se puede preveer algún acontecimiento tipo de comedia pero, en muchas de esas ocasiones el personaje de Susan Sarandon, Marnie, resuelve la situación con frescura y determinación.
“Una madre imperfecta” avanza conflicto a conflicto, escena a escena, diálogo a diálogo hasta llegar a un final que todo el mundo espera, no sin antes pasar por todo un desarrollo inesperado que, por otro lado a nadie sorprende. Por paradójico que esto parezca, es precisamente ahí donde reside el encanto de esta película: En lo habitual de los diálogos realizados con precisa naturalidad de los intérpretes; en las expectativas puestas por los espectadores sobre los acontecimientos; en descubrir que Susan Sarandon podría la madre de cualquiera; y en hallar aventuras -que no lo son tanto- que les podría ocurrir a esas madres.
Y sí, muchos podrán acabar la película afirmando: “sabía que iba a pasar esto”, o “estaba claro que lo que le pasaba a Marnie es esto otro”, e incluso “en realidad tampoco es que pase nada”. Y todos tendrán razón. Pero es que no siempre el cine tiene que seguir las reglas establecidas. Como dijo una vez Chicote cuando le preguntaron cuál era su plato preferido: “Pues mira, mi plato preferido es según el momento. Ahora mismo me apetece un buen plato de huevos rotos con patatas.” Y eran las diez de la mañana. Así que asegúrense de que este es el plato ligero que les apetece tomar en el momento.