El cine Malickiano es grandilocuente y posee la habilidad de visualizar lo ignoto. Es la magnificencia de las cosas sencillas. Puro alarde cinematográfico, que, desde la más absoluta intimidad, explora los hechos más terribles que han modificado las crónicas históricas. Vida oculta es el semblante de un cine elevado y sublime que desciende a los infiernos creados por el nacionalismo más funesto. Ya puede leer nuestra crítica de la película Vida oculta de Terrence Malick.
Sinopsis de la película
Más cerca del bio-pic que, de la película bélica, el relato narra el enfrentamiento moral entre Franz Jägerstätter y el ejército nazi. Como objetor de conciencia, se negó a entrar en las filas del ejército alemán que invadió Polonia en septiembre de 1939. Con el paso del tiempo pasaría por la prisión y tras su trágico final, sería beatificado y convertido en mártir.
Crítica de la película Vida oculta de Terrence Malick
Es fascinante la apuesta de Terrence Malick por elevar el cine hacia un arte incontrovertible, su apuesta por el concepto más que por la pura representación ideológica de la actualidad. Su total ausencia de voyerismo y su compromiso con la difusión de unos valores elevadamente éticos sitúan en pantalla la palpitante y conmovedora vida de Franz Jägerstätter quién sacrificó la vida por unos ideales justos, admirables y de una moral inexpugnable.
El director estadounidense, que en su primera película (“Malas tierras”, 1973), abordó la más pura y simple rebeldía al estilo de “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955), da un giro de 180 grados para estudiar su visión del mundo a través de los ojos de un mártir beatificado por la iglesia. Aquí tenéis nuestra crítica de la película Vida oculta, del siempre genial Malick.
La obra de Malick
El director ha caminado siempre por el filo, al estilo de los replicantes de Ridley Scott, y en su nueva propuesta aniquila las célebres tres “S´s” del mundo audiovisual en la era de la posverdad: el sexo, la sangre y el sensacionalismo. El actual gusto por el disparate y lo grotesco, que cita Imbert, aquí se diluye en una apuesta por los valores, por el sacrificio para alcanzar la honestidad ante uno mismo. El cine Malickiano sostiene la interpretación del cine que describía Jean Mitry y su doble función de representación y significación. Desde una estructura de bio-pic, contradice las ideas realistas y entiende que la imagen puede convertirse en un símbolo, a través del que podemos entrar en la mente del director y en consecuencia en las motivaciones más íntimas de, en este caso, Franz Jägerstätter.
Esta posverdad define un tiempo en el que el discurso de ficción tiende a la estandarización y la homogeneidad de discurso, en la que todo aquello que es discrepante se entierra bajo una pesada capa de barro. Malick destierra estas ideas con un arte comprometido, rompiendo aquello que criticaba Baudrillard y que convertía la cultura en simulacro. Pertenece por derecho propio a ese malditismo cosechado por el arte y ensayo, que promulgaran genios como Yasujiro Ozu, Andrei Tarkovsky, o el propio Wim Wenders.
Esta trascendencia, de artista circense absorto en su trapecio, al límite y en lance continuo, le ha llevado a trabajar con Jörg Widmer; director de fotografía que ha colaborado con el citado Wenders y se ha labrado una excelsa carrera en Alemania. Su propuesta, sin ser algo original, ha sabido retratar el paisaje al estilo protuberante y magnificente de Ansel Adams y nos ha traído de vuelta el apabullante estilo de Gregg Toland en sus trabajos con Orson Welles. Los grandes angulares conforman la estética de la película en un viaje sobrecogedor que supera sus últimos y freudianos trabajos.
El personal estilo de Malick
El personal estilo de Malick, que reafirma la teoría de los autores de Cahiers du cinemá, es un estilo de reposo y lentitud; como si La balsa de la medusa de Géricault vagara sin rumbo por un océano de vasta belleza. Como le pasaba a Tarkovsky, sus largas tres horas pueden embarrarnos en ciertos momentos y hacernos echar de menos cierta ligereza, pero esta carencia se suple con la cámara de Malick meciéndonos, ante esta irrepetible vida rural de su protagonista. Un personaje cuyo único deseo es vivir en paz con su mujer y sus hijos, en un tiempo de odio y egolatría.
El matrimonio protagonista de Vida oculta
El director tejano nos abre las puertas a una historia que no está en los libros y que no participa de la fiebre absurda de la violencia. Para urdir este admirable plan, August Diehl (“Los falsificadores”, 2007) y Valerie Pachner (“Bauhaus, una nueva era”, 2019) conforman este matrimonio con el que es tan fácil identificarse, empatizar y sufrir con ellos tan trágicos reveses. Dos grandes actores, que han sido jalonados con dos deliciosos cameos como el de Michael Nyquist, que me enamorara en su papel de Michael Blomqvist en la saga sueca “Millenium” y el del para mí mejor actor europeo en veinte años, como es Bruno Ganz. Dos intérpretes desgraciadamente fallecidos, que dejan su testamento artístico en una obra que entra directamente en la categoría de cine de culto.
Opinión final de la película Vida oculta de Terrence Malick
Un cine necesario y de vibrante actualidad que debería servir para ayudar a replantearnos los peligros, que, como sociedad nos acechan.