La condición del arte como espejo y unas interpretaciones llenas de fuerza son el principal reclamo del nuevo trabajo de Oliver Assayas, film en el que el la cara menos amable de la vida del actor servirá como excusa para hablar sobre la evolución de la vida y obligarnos a lidiar con el miedo a resultar intrascendentes.
Viaje a Sils Maria: Sinopsis
Maria Enders (Juliette Binoche) es una respetada actriz de mediana edad y gran trayectoria a la que ofrecen interpretar de nuevo la obra de teatro que la lanzó a la fama cuando tenía 18 años, aunque en esta ocasión interpretando el papel de la otra protagonista. Pese a estar desmotivada por tener que encarnar ahora a una mujer en declive (y a la que siempre despreció) y no a la joven que causa sus desvelos, Maria acaba aceptando la oferta y se recluye con su asistente Valentine (Kristen Stewart) para poder ensayar. Sin embargo, Maria siente que su vida ha transcurrido paralela a la de los personajes de la obra y no puede evitar proyectar su vida dentro del texto, costándole diferenciar por momentos lo que es verdad y ficción.
Viaje a Sils Maria: Crítica
Una línea de diálogo se enuncia y resuena a lo largo de Viaje a Sils Maria: “Una interpretación puede ser más real que la propia vida”. Olivier Assayas resume así una película en la que representación y arte se utilizan al servicio de una idea y de una reflexión: la de la inevitabilidad del paso del tiempo y el miedo que provocan sus efectos.
Con ecos evidentes de Bergman y algo más tibios de Mankiewicz a lo largo del poliédrico argumento, Viaje a Sils Maria sabe captar de forma veraz y pasional el choque provocado entre dos generaciones: la nueva, que ambiciosa lo quiere todo, y la que comienza a ser relevada, que en algún momento tiene que asumir la terrible verdad de su propia obsolescencia (no siempre definitiva). Centrando la trama en el mundo de la interpretación, por norma muy dependiente de egos e inseguridades y siempre a merced de la aparición de envoltorios cada vez más lozanos y livianos, Assayas también se decide, sin sátira ni condescendencia, a reflexionar sobre ciertas prácticas en la industria del arte y del entretenimiento que, si bien consentidas, solo acaban por fomentar que el espectáculo y la profesionalidad se confundan en una línea cada vez más delgada.
Al tomar prestada la forma teatral desde dentro de la historia (por ejemplo, en la separación en actos con sus fundidos a negro), Assayas apuntala en los diálogos (que casi son batallas) y en los movidos planos secuencia las interpretaciones de su trío protagonista, que (sin duda beneficiándose de las distintas circunstancias personales que aporta cada una de las actrices) parecen encarnar y transmitir sin dificultad la fuerza y la complejidad necesaria para dotar de vida este cambiante equilibrio de poderes. Así, frente a la supuestamente todopoderosa Maria, el guión sitúa de forma inteligente a Jo-Ann (Chloë Grace Moretz) como amenaza visible pero a Valentine como efecto, de forma que el proceso de deconstrucción que experimenta el personaje interpretado por Binoche se encuentra siempre dividido entre su lucha con su pasado (idealizado), su presente (el real, al que se ve obligada a hacer frente) y su futuro inmediato (en el que parece determinante para su autoestima y sus posibilidades lo que los demás ven y esperan de ella). Es precisamente este proceso de rechazo y aceptación lo que hace humano y real a su personaje y a los que le rodean, ya que al provocar las caídas cada vez que entran y salen de su vida, fuerzan a Maria a avanzar y a buscar motivación y objetivos en lo que realmente tiene a su alcance y no en lo que ya no puede ser.
Con diversos giros y cambios durante el metraje que hacen aparentemente de Viaje a Sils Maria una cosa cuando en realidad es otras muchas más, el trabajo de Assayas es en definitiva un viaje visceral que ofrece al espectador un recorrido entre las decisiones y los momentos confusos de unas vidas que cambian y evolucionan y que solo dependiendo “del lugar desde el que se observen” pueden significarlo todo o absolutamente nada.