‘Mi panadería en Brooklyn’, el nuevo proyecto del director Gustavo Ron, es una comedia protagonizada por Blanca Suárez y Aitor Luna sin nada ingenio y ni mucho menos humor.
Crítica ‘Mi panadería en Brooklyn’
Mi panadería en Brooklyn es un proyecto cinematográfico demasiado ambicioso -pese a ser una una coproducción de España y EE.UU de bajo presupuesto-, a nivel de localización y cantidad de reparto, para un guion pobre y un montaje final bastante deficiente. Da igual que la panadería que centra todas las miradas y preocupaciones de sus protagonistas se hubiera ubicado en el famoso barrio de Brooklyn, en Candem Town o en Malasaña -más cuando tan preciada localización está poco aprovechada-, la historia que pretende contarnos es tan floja y disparatada -y no lo digo porque consiga conquistarnos con lo que pretende ser una comedia- que nada remediará su malogrado resultado final. Nada hacía presagiar que una trama que arranca de manera tan suculenta y apetitosa rodeada de deliciosos pasteles y más que apetecibles baguettes, diera finalmente forma a una película tan insípida e insustancial como esta. Lástima, tenemos ante nosotros otro intento fallido de screwball… Y ojo que su director Gustavo Ron (Mia Sarah, 2006) lo intenta con ganas -no dudo que con buenas intenciones y gran esfuerzo-, aceptando las reglas de este aclamado subgénero e intentando jugar con ellas, pero será justo en ese preciso momento cuando falle estrepitosamente.
En el film conoceremos la historia de Chloe (Krysta Rodriguez) y Vivien (Aimee Teegarden), dos primas que tras la repentina muerte de su tía heredarán su histórica panadería llamada la ‘Boulangerie Isabelle’s’, también sus recetas y cómo no sus deudas. Mientras intentan hacer frente a las presiones del banco que intenta por todos los medios embargarles el establecimiento, ambas comenzarán una lucha por imponer su visión sobre el negocio: una apostará por la parte más tradicional, intentando mantener la esencia de las recetas de la tía, y la otra querrá arriesgar dándole un toque más vanguardista y moderno al local.
El principal problema de la cinta que nos ocupa es la completa carencia de chispa en su trama -factor básico en toda comedia que se precie-, algo que contagia a todos y cada uno de sus personajes eliminándoles cualquier atisbo de carisma, de tal forma que pese a intentar continuamente resultar graciosos, alocados o caricaturescos no lo conseguirán en ningún momento. El aburrimiento y la pesadumbre ante una trama que no propicia ningún tipo de reacción en el espectador va en aumento, pero bueno hasta aquí la película podría haber resultado aceptable como la típica comedia romántica de sobremesa que “ni fu ni fa”. La cosa comenzará a empeorar, y mucho, con la entrada en juego de la trama que implica al personaje de Blanca Suárez. Ciertamente saldrás de la sala de cine preguntándote el por qué de incluir esta mini historia en la película. No aporta nada a la trama principal, tan sólo logra ensuciarla. No viene a cuento, resultando un absoluto sin sentido. Intentaré resumir brevemente tal despropósito incluido en el guion: El próximo proyecto de Daniella, una decoradora de interiores chilena -a la que da vida la actriz española-, será el salón comedor de una pareja de ancianos algo particulares que tan sólo le piden una cosa antes de que la joven se ponga manos a la obra, no tocar la moqueta del suelo. Pero cuando Daniella comienza con el trabajo tiene tentaciones de descubrir el maravilloso suelo que podría ocultar una rancia y vieja moqueta, por lo que finalmente decidirá retirarla. Al hacerlo descubrirá una antigua trampilla que ¡oculta un muerto! Casi nada señores y señoras. Y hasta aquí puedo leer porque la cosa va a peor.
De esta forma la cinta terminará presumiendo de una clara falta de carácter, tanto visual como formal. Y lo que pretendía ser una comedia amable, de chica conoce a chico y poco más, terminará convirtiéndose en un absurdo del que poco se podrá rescatar. De tal forma que Mi panadería en Brooklyn logrará elevar a la categoría de magistral cualquiera de las comedias románticas protagonizadas en la última década por Jennifer Aniston o Adam Sandler, incluso convenciendo a sus mayores detractores -por lo menos al entrar al cine sabes perfectamente lo que te vas a encontrar-. Sin duda, una película más que olvidarás tan pronto enciendan las luces de la sala.