Los milagros del cielo no cuenta nada nuevo pero si lo hace de manera más cercana, astuta y envolvente que sus predecesoras, y sobre todo cuenta con la fuerza atronadora de la interpretación de Jennifer Garner.
Los milagros del cielo: Crítica
Lo que les gusta a estos americanos una película que ensalce sus valores religiosos, morales, familiares… si hace poco más de un año nos traían la pretenciosa y doctrinaria historia de ‘El cielo es real’ donde el pequeño hijo de un pastor de la ciudad de Nebraska se debatía entre la vida y la muerte tras un severo caso de apendicitis; ahora llega otro proyecto cuyo guion parece ser una copia de su predecesora pero, eso sí, perfeccionado -gracias a Dios- y cuyo principal aliciente es la fuerza interpretativa que transmite una Jennifer Garner implicada 100% en hacernos llegar a los espectadores esta historia sufrimiento, dudas y fe. Así llega Los milagros del cielo, bajo la distribución también de Sony Pictures, una película donde enfermedad, niños y milagros vuelven a dinamitar la fe de hasta el más creyente para luego devolvérnosla con más fuerza a modo de lección vital: milagros hay todos los días, tan sólo hay que saber verlos y apreciarlos.
En esta ocasión la historia nos lleva hasta la feliz vida familiar de un rancho de Texas. Allí viven Christy Beam (Jennifer Garner) y Kevin Beam (Martin Henderson) junto a sus tres preciosas hijas. Una familia modélica, unida, creyente y trabajadora que de repente se ve sacudida por la dura enfermedad de una de sus hija, Annabel(Kylie Rogers). Una noche la pequeña empezará a presentar vómitos y fuertes dolores de barriga sin razón aparente que la llevarán a visitar urgencias. El pronóstico médico será un fuerte palo para su familia, ya que sufre un grave trastorno gastrointestinal que parece no tener solución. Buscando un tratamiento que cure a la pequeña, Christy viajará junto con su hija a visitar al Dr. Nurko (Eugenio Derbez), toda una eminencia en el tratamiento de esta patología y el único capaz de aportar algo de luz al problema de esta pequeña.
¿Es justo Dios con todos nosotros o por el contrarío nos abandona cuando más nos hace falta? ¿Por qué castiga Dios a una familia modélica que todos los domingos viste sus mejores galas para acudir a su parroquia? No es sencillo que una madre entienda que su idolatrado Dios quiere ver enferma a una de sus inocentes hijas. El debate entre seguir siendo creyente o convertirse radicalmente en agnóstico está servido. Una fina línea separa ambas posturas y nuestra protagonista parece haberla cruzado sin retorno después de rezar día tras día para que su pequeña se cure sin ningún resultado. Esta será la idea principal sobre la que se sustente el argumento de la cinta dirigida por Patricia Riggen (Los 33. Una historia de esperanza, Educando a mamá) y basada en una historia real.
Los principales aciertos de Los milagros del cielo que alejarán a ésta de las mil versiones de telefilm de sobremesa que todos hemos visto en más de una ocasión serán: su reparto, encabezado por una Jennifer Garner convertida en madre coraje y por la pequeña Kylie Rogers que nos trasmite la inocencia y el dolor en cada gesto y mirada; un guion que nos hará empatizar con el sufrimiento de esa madre y con el dolor de la niña, mostrándonos todo el proceso de esta complicada enfermedad y la desesperada lucha por su curación. Entre la inevitable dosis de lágrima y el recurrente kleenex encontraremos interesantes reflexiones sobre temas tan delicados como el egoísmo propio del amor, sobre la eutanasia -¿sí o no?-, la ayuda que puede aportar la fe si es vista como esperanza y aliento, o la hipocresía de los más beatos.
Los milagros del cielo es una película que llegará donde quiere, al corazón del espectador gracias a la implicación que pondremos en el sufrimiento de esta pequeña que no encuentra cura ni paz. Quizá podían haber prescindido de su tramo final, el más reivindicativo de la religión, Dios y la fe, pero esto es la USA más profunda señores y tenían que dejarnos claro que es mejor ir a misa los domingos.