Crítica de la película Inferno: Tras un comienzo imaginativo e inquietante, Inferno continúa en una deriva ajustadamente entretenida.
Crítica de la película ‘Inferno’
Sí señores. Mi bocata, el que hicieron enAll’Antico Vinaio, una de las más famosas bocadillerías de Florencia (la otra que hay fue desechada inmediatamente debido a la poca afluencia de clientes) y que homenajeaba a la película de Ron Howard aportando el nombre “L’Inferno“, debido a su rodaje en la ciudad, tenía más chicha y provocaba más sorpresa (venía bien de picante), que la estirada saga. Claro y meridiano. Suficiente para los fans. Un thriller más. Otro Jason Bourne -una de tantas- pero sin disparos -o pro sin disparos, como prefieran tomarlo-.
No es mala, faltaría más, tiene un buen nivel de todo. Primero de pasta -de dólares-, obviamente. Luego de talentos: El del mítico director Ron Howard (Willow, 1988 y las otras dos entregas de la saga que estamos hablando), el guión de David Koepp (Parque Jurásico, 1993. La infumable Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, 2008), y la interpretación del incombustible Tom Hanks (Capitán Phillips, 2013 y ¿así como mil películas dirigidas por Spielberg?), rodeado de reconocidos internacionales como Omar Sy (Intocable, 2011), Irrfan Khan (Slumdog Millionaire, 2008), Felicity Jones(La teoría del todo, 2014) y peña atractiva como Ben Foster(El único superviviente, 2013) ySidse Babett Knudsen. La fotografía pasable -tampoco es que se hayan matado buscándole siete pies al gato- y que eso significa que está al nivel que nos tienen acostumbrados los americanos… y mucho blablablá… demasiado.
Inferno es un constante discurso vacío de contenido que logra poner en tensión en las escenas clave por empatía, porque el ser humano reacciona a los estímulos de la edición acelerada, al riesgo mostrado en imágenes y a la música cargada de contracciones de alto ritmo. Se reacciona porque Ron Howard es un doctor fílmico que sabe tocar los nervios del público para estimular sensaciones y David Koepp en la adaptación receta las pastillas para facilitar la operación. Todo justo. Todo suficiente. Y eso que andan en los bordes del tedio y consiguen salir sin mojarse. Vamos, que juntos hacen un fantástico equipo de anestesistas: Te dejan grogui con el puntito justo sin dejar que te vayas al coma.
Es una película para fans y punto. Así como los de Harry Potter han tenido siete, los de Bourne (no voy ni a contarlas) y los de James Bond -me declaro fan de estas- han tenido chorrocientas, los de Dan Brown tienen tres: El código Da Vinci, Ángeles y Demonios e Inferno. Las dos primeras tan similares que confundo la trama. Y esta última tan parecida a las otras que confundo el sentido del personaje protagonista: ¿Es un héroe de cómic que tiene el súper poder de verse envuelto en criptogramas?
El guión utiliza el recurso fácil de la amnesia del protagonista liar aún más la madeja de los giros inesperados que todo el mundo espera. Cita a Dante sin parar (el nombre, nadie sabrá su apellido), habla del infierno del famoso escritor italiano, y entre giro y giro sueltan “dantos” sesgados sobre su vida y su obra más inspiradora La Divina Comedia (que muchos pensarán se llama “El Infierno”), para dar la sensación de que todos somos muy listos. Pero en realidad, el personaje amnésico de Tom Hanks, y sus acciones de resolución de acertijos, son tan aburridas como ver el sudoku que resuelve el tipo que está sentado al lado en el metro. El público se queda en la distancia viendo la escena de una forma tan desapasionada que bien poco le importará los motivos de nadie para realizar la castástrofe, si se lleva a cabo, o si deciden todos hacerse el arakiri cogidos de la mano.
Lo mejor sin duda el comienzo alucinógeno del amnésico Tom Hanks. Una sucesión de imágenes dantescas -literales- entremezcladas con realidad, que pone los pelos de punta al mismo tiempo que recrea de forma fantástica el estado de ánimo y sensorial del personaje. Y hasta ahí. Porque lo demás lo hemos visto en Ángeles y Demonios y en El Código Davinci. Salvo que esta vez, además tenemos que creernos lo que nos cuenten.
También hay un grupo desconcertante de personajes carismáticos difícil de encajar que agregarán un poco de aliciente a la historia -un toque simpático por lo menos- pero lo dicho: Me quedo con mi bocata florentino homenaje a “Inferno” antes que con la película. Más chicha, más grande y más contenido y mucho más imprevisible (¡cómo esta el embutido típico italiano!).