La película ‘Guardián y verdugo’, basada en hechos reales, narra con acierto la atmósfera de un corredor de la muerte sudafricano, pero se descalabra a la hora de desarrollar un capítulo judicial al más puro estilo de telefilm.
Crítica de la película ‘Guardián y verdugo’
Claustrofóbica. Angustiosa. Desesperante. Aflictiva. Agobiante. Podría seguir durante un buen rato enumerando adjetivos de similar campo semántico para definir esta película y no me cansaría. Aunque en realidad no podía ser de otra naturaleza una cinta que aborda un tema tan desolador como el que trata Guardián y verdugo: la pena de muerte.
La historia comienza con el asesinato de siete personas a manos de Leon (Garion Dowds), un guardia encargado de custodiar a los presos condenados a muerte en una cárcel de máxima seguridad en Pretoria. Por este homicidio múltiple se enfrenta a un juicio en el que Max Weber (Steve Coogan) se pone al frente de su defensa para procurar evitarle la pena de muerte. A través de diferentes vistas aporta testimonios que intentan demostrar la inestabilidad mental del joven Leon, provocada por el alto número de ejecuciones que ha presenciado en la cárcel.
El director, Oliver Schmitz, ha pecado de soberbia al intentar conseguir contentar a todo tipo de públicos. Por un lado, el tema que aborda y el enfoque al relatar los episodios en la cárcel convierten la cinta en un drama intimista y bastante alejado del cine comercial. Pero por otro, alimenta un misterio donde no lo hay -ni se espera-, con una clara intención de arrastrar al público palomitero.
Quizá por eso mismo hay secuencias que piden a gritos un poco más de riesgo al colocar la cámara. La realización es tan clásica que llega a deslucir algunos momentos magistrales. Pero, por suerte, hay algún que otro momento de lucidez en el que Schmitz consigue dejarnos pegados a la butaca. Sirva de ejemplo una escena en la que Leon tiene que enterrar bajo la lluvia a un montón de cadáveres. O algunas secuencias de la cárcel a las que trata con tanto mimo que parecen, a veces, una narración diferente al resto.
En realidad el término mimo no es muy adecuado cuando hablamos de ahorcamientos, palizas, revueltas y sufrimiento. Mejor podríamos llamarlo crudeza, que queda plenamente justificada cuando el leitmotiv de la cinta es dejar clara la aberración que supone –suponía hasta 1995 en Sudáfrica- la pena de muerte.
En cuanto a la interpretación es de agradecer el papel de Steve Coogan como el abogado que cambió la historia de Sudáfrica. Pero, sobre todo, es digno de mencionar el brillante debut de Garion Dowds que, curiosamente, su cara no aparece en cartel, siendo sustituida por una casi ausente Andrea Riseborough. Imagino que es más fácil conseguir aparecer en un cartel cuando se ha trabajado en una película que ha ganado cuatro Oscars, aunque el papel sea secundario.
Conclusión de ‘Guardián y verdugo’
En definitiva, Guardián y verdugo es una historia que escala con tanta fuerza que termina encaramándose en un precipicio y no le queda más remedio que saltar al vacío para poder poner el punto y final. Dejará un público desorientado, tanto comercial como gafapasta, que se levantará de sus butacas con sentimientos contrariados, cada uno por sus motivos. Un ejercicio ambiguo que por intentar contentar a todos acaba calentando sin quemar.