Paul Urkijo Alijo se pasa al largometraje, sin dejar de lado la fantasía, adaptando el cuento popular vasco “El herrero y el diablo” que rescató José Miguel de Barandiarán a principios del siglo pasado.
Crítica de la película “Errementari”
“Errementari” supone un soplo de aire fresco para el cine español. Un tipo de cine, el nuestro, que no se prodiga demasiado en el género fantástico, pero cuando lo hace, se nota el cariño de sus artífices. El folklore español, y en concreto aquel que proviene del norte de la península, está plagado de muchísimas historias y pequeñas mitologías que son desconocidas para el gran público y suponen una base cultural que aúna nuestro imaginario colectivo. Con estos mimbres de partida, y siguiendo las claves del estructuralista Vladimir Propp en su “Morfología del cuento”, el guion se adentra en una narración que tarda en despegar, con un contexto como es la Guerra Carlista que ciñe el relato a la realidad, pero lo lastra a la hora de hacer avanzar una trama que quizá por ser demasiado breve en el original tenía que ser engordada de alguna manera. El resultado es irregular y afecta a otros aspectos de conjunto mucho más acertados.
La ópera prima de Paul Urkijo Alijo no puede ser considerada un gran debut, a pesar del evidente esfuerzo que se le reconoce a su equipo técnico. Se intuyen momentos de brillantez, como ese prólogo animado, y algunas ideas visuales interesantes, pero la dirección de actores y un final reiterativo y alargado hasta la extenuación evidencian la falta de experiencia de un director que, a pesar de sus fallos, merece seguir explotando su trabajo en el fantástico. El acercamiento por parte del espectador al material de partida es clave en la percepción que se lleva este al salir de la sala. Estamos ante un cuento, y como tal, responde a unos pilares que se respetan y que lo engloban dentro de los relatos clásicos, con su partes oscuras y lecciones crípticas, nada que ver con la dulcificación que se ha hecho de las historias que todos conocemos y que esconden un subtexto mucho más terrible del que pueda parecer en un primer momento. También hay espacio para momentos socarrones y desvergonzados, cercanos al humor negro, algo que, al parecer, contiene la obra escrita -no he tenido el gusto- y no le resta ni un ápice de valor, pues estamos ante fantasía ligera. Un término que a veces se utiliza de manera peyorativa, pero nada más lejos de la realidad, y ahí esta la obra fundacional de Tolkien, entre muchas otras, para discutir este aspecto.
El reparto formado por intérpretes vascos no presenta caras conocidas para el gran público, aunque sorprenda la presencia de Almudena Cid en un pequeño papel. Un elenco solvente que podría haber dado más de sí con una mejor dirección y donde destacan tanto Kandido Uranga por su gran presencia física como herrero y Eneko Sagardoy, flamante ganador del Goya al mejor actor revelación, que aquí se encarga de dar vida al demonio Sartael; con una cuidada creación gestual más cercana al teatro que al cine, pero muy estimable. Y es que, en muchos aspectos, el film luce excesivamente teatral tanto en su puesta en escena como en algunas decisiones técnicas, donde, por desgracia, se evidencian las carencias de presupuesto que podrían haber elevado su nivel.
El clímax resulta muy interesante y una gozada para los amantes del género, con unos diseños sobresalientes donde de verdad se percibe la ilusión y las ganas de crear algo diferente por parte de todo el equipo. También hay que elogiar la labor de Álex de la Iglesia, tomando el riesgo de apoyar a nuevos realizadores con proyectos de género que no se ajustan a los estándares de los éxitos de taquilla actuales, respondiendo a temáticas que al bilbaíno le interesan, como es esta historia que por momentos se asemeja a ese grandioso juego de rol patrio que es “Aquelarre”.
Opinión sobre “Errementari”
“Errementari” tiene muchos errores, pero es una apuesta divertida y diferente dentro del panorama cinematográfico español. Una obra que contentará al sector más underground del público, que busca experiencias donde el entretenimiento y el tono festivo están por encima de una calidad que depende de aspectos más industriales.
