Ralph Fiennes, con “El bailarín”, se pone por tercera vez detrás (y delante) de las cámaras para contar la historia del bailarín de Ballet más importante del siglo XX.
Sinopsis
Rudolf Nureyev ha bailado Ballet durante toda su vida y ve en Europa la oportunidad de demostrar realmente sus aptitutes lejos de la presión y el control de la Unión Soviética.
“El Bailarín”: Crítica
A la hora de realizar cualquier biopic, son muchos los planteamientos que se dan para realizar el metraje. Qué elementos tomar, cuales dejar en segundo plano, centrarse en toda la historia o solo en su parte más representativa… Ralph Fiennes, quien dirige con soltura este biopic, opta por narrarnos dos situaciones en paralelo de Yuri Nureyev, en las cuales vemos su aprendizaje y desarrollo en Rusia en contraposición con la oportunidad de volar que se le presenta en su primera actuación fuera de las fronteras soviéticas. Ciertamente, el espectador es testigo de las diferentes fases del proceso de convertirse en una estrella de una manera bastante clara. El trabajo duro y disciplinado, los inconvenientes del proceso de formación, el choque con la aclamación y beneplácito del público más su posterior consagración… podríamos decir que el trabajo del consagrado actor tras las cámaras se ciñe a las reglas básicas para mostrarnos un film correcto y certero para hacer un biopic. Pero afortunadamente, Fiennes trata de explorar más allá en la persona y nos muestra con un montaje en paralelo todas los motivos y razones por las cuales Nureyev estaba destinado a salir de la URSS y a buscar su propio destino a pesar del intento de control de los agentes de la KGB de Stalin. Una historia personal, que nos muestra a la persona que quiere conseguir su sueño sabiendo a lo que tiene que renunciar para ello, aprovechando al máximo las oportunidades que se le presentan y haciendo gala de lo que tiene que ofrecer. Más que un biopic para conocer detalles del bailarín de ballet más conocido del mundo, la película nos ofrece la posibilidad de conocer la manera de reaccionar ante las diferentes situaciones que, sumado al trabajo duro, nos puede dar la oportunidad de conocer fielmente el proceso y, sobre todo, de disfrutarlo.
Reparto
Un punto muy positivo de la película es su concepción y por ende, su reparto. Nos encontramos con un grupo de bailarines soviéticos y los actores que los interpretan son rusos (a excepción del propio Fiennes quién se reversa un papel secundario pero importante, con un acento en el idioma eslavo que resulta creíble) y por tanto, la película se desarrolla en idioma ruso exceptuando las escenas que se desarrollan en la capital francesa. Es de agradecer este gesto, de ver actores hablando con naturalidad en su idioma (en la ficción) original ya que te hace creer y sentir más real y verídica la historia que estás presenciando en vez de tener que imaginar que entre ellos hablarían en ruso. En este aspecto, el trabajo de todos los actores (tanto interpretativamente como sobre los escenarios) es impecable. Oleg Ivenko, tanto en apariencia como en personalidad parece el mismísimo Nureyev.
Guion
Como hemos referido, la película se centra más en presentarnos el proceso que en las vivencias en sí del protagonista y, como tal, el guion es certero y correcto a la hora de plantearnos situaciones y conflictos para entender el desarrollo de la trama. Más allá de eso, no encontramos ningún atisbo ni momento en los que el guion resalte, pero se estructura de manera que la película se entiende y se disfruta.
Opinión final
Una buena ocasión para conocer a una de las figuras más importantes del panorama de la música clásica del siglo XX y a la vez ser consciente del proceso necesario para llegar a ese punto con la desaprobación y la presión de tu país de origen.