Sórdido, rocambolesco y efectista thriller español. A pesar de resultar evidente, en más de una secuencia, la carestía de medios técnicos, consigue envolver al espectador de una atmósfera asfixiante y lúgubre con la que viajar al fin de la noche de Germán (Julián Villagrán) en su inevitable descenso a los infiernos.
Sinopsis de Cuando los Ángeles duermen
Germán (Julián Villagrán) es un padre de familia al que le es imposible compaginar sus obligaciones maritales y familiares –Marian Álvarez (La herida) interpreta el papel de la abnegada esposa– con su trabajo. Volviendo a casa después de una jornada especialmente estresante, se verá inmerso en un accidente de tráfico en el que acabará atropellando a dos adolescentes (Asia Ortega y Ester Expósito), dando pie así a una concatenación de desastres.
Crítica de Cuando los Ángeles duermen
Hace unos meses tuve la mala suerte de escuchar, de mano de un reputado director de fotografía Español, el siguiente comentario: “No nos engañemos: cine es lo que ese hace en estados unidos; puede que en Francia y en Inglaterra de vez en cuando. Pero aquí en España hacemos pura bisutería: Imitación de la imitación. No resiste un lavado”.
Tras escucharlo, no pude evitar sentirme moderadamente ofendido e interpelado. Aunque no tuve valor para replicar, me vinieron a la cabeza dos claros ejemplos de películas recientes, valientes y a la vanguardia artística que, fíjate tú por dónde, son Españolas: “Magical Girl” de Carlos Vermut y “Que Dios nos perdone” de Rodrigo Sorogoyen. La de Vermut es una colección de secuencias transgresoras repletas de esoterismo y acertijos mágicos llenas de subtexto con Aleister Crowley como gran referencia soterrada, y del que el escritor de cómics Alan Moore (Watchmen, From Hell) se hubiera sentido orgulloso. La de Sorogoyen es un soberbio trabajo de dirección post-modernista, retorcido, y que supura estilo, al servicio de una atmósfera sucia y pringosa: David Fincher no lo hubiera hecho mejor.
Cuando los ángeles duermen, segundo trabajo del director Gonzalo Bendala (Asesinos Inocentes) denota un gran esfuerzo por hacer cine de género con muy pocos medios: es desasosegaste, asfixiante y emocionante en muchos momentos pero, desgraciadamente, no resistiría el baremo impuesto por nuestro reputado director de fotografía: Es pura bisutería. Ahora sí, resiste un lavado, y varios, me atrevería a decir. Por el clima exasperante me recuerda en ocasiones a la película “Don’t Breathe” de Fede Álvarez.
Hay, por tanto, mucha tensión en los picos de la película, y la interpretación del siempre genial Julián Villagrán contagia empatía y terror; hay una estética de cine de serie B inusual en el cine Español y eso, también se agradece. Pero no obstante, el guión es previsible y tiene alguna secuencia que provocará carcajadas en el espectador o simple y llanamente vergüenza ajena: Como por ejemplo la conversación en torno al libro “Asi habló Zaratustra” de Nietzsche: una analogía ramplona que en última instancia trata al espectador de imbécil.
Otro de los problemas que detecto en la película, es una incontinencia verbal y explicativa que denota inseguridad por parte del realizador y que, esperemos, sea capaz de pulir en su próximo trabajo. A pesar de contar con un guión trillado y famélico exprimido hasta la saciedad, y un par de decisiones artísticas sonrojantes, la película aguanta el tipo sin que estos elementos terminen por empañar este encomiable ejercicio de cine de género patrio. Aceptable.