Juan Taratuto dirige esta cinta argentina mezclando metacine y situaciones absurdas dando como resultado una comedia que planea a ras de suelo sin conseguir levantar el vuelo.
Me casé con un boludo
En 1950 Bette Davis se enamoró perdidamente de Gary Merrill, el actor que hacía de esposo de Margo Channing, su personaje de Eva al desnudo (1950). Tanto es así que casi sin esperar, ese mismo año, se casó con él en cuartas nupcias. El matrimonio duró diez años y la cosa no terminó especialmente bien.
Al igual que el caso de Bette y Gary, el mundo del cine está plagado de historias de este tipo, actores que se conocen en una película y al final acaban dándose el sí quiero ante el altar. Valga el ejemplo de Brad Pitt y Angelina Jolie, Penélope Cruz y Javier Bardem o Tom Cruise y Nicole Kidman.
Pues bien, Me casé con un boludo viene a contarnos la historia de un flechazo de este tipo. Fabián Brando (Adrián Suar) es el actor más reconocido de Argentina y un soltero codiciado. En el rodaje de una película comparte cartel con una intérprete casi desconocida, Florencia Córmik (Valeria Bertuccelli), de la que se enamora perdidamente y con la que se casa de forma casi inmediata. En la luna de miel Florencia se da cuenta que su marido es un completo idiota y que realmente estaba enamorada del personaje que interpretaba en la película. Una vez que Fabián se entera de esto intenta hacer todo lo posible para no perderla, incluyendo interpretar un papel en la vida real con la ayuda del guionista de la película.

Con un argumento tan descacharrante como este parece difícil que la cinta no sea entretenida. Y lo es, en gran medida gracias a la enorme vis cómica de la protagonista, Valeria Bertuccelli, que convierte hasta la frase más anodina en un festival de carcajadas. Pero ocurre justo lo contrario con otro de los elementos esenciales en la construcción de esta comedia: la situaciones absurdas. He podido comprobar que últimamente los directores que optan por comedias disparatadas no son capaces de dominar a esta bestia. La alimentan cada vez más hasta que se les termina escapando de las manos como un potro desbocado. Hay guionistas que confunden “comedia absurda” con “todo vale” y eso es exactamente lo que ocurre en esta historia. El nivel de disparate va in crescendo -con mayor o menor acierto- hasta que la situación se vuelve insostenible en los últimos quince minutos.

Además, las pretensiones del director no quedan simplemente en hacer una película ligera, sino que intenta colarnos también un significado sociológico. Algo así como “todos actuamos en nuestra vida y de esta forma es como se mueve la sociedad, chaval”. Pero este intento no funciona ni por un instante, sobre todo porque lo hace a modo de moraleja diez minutos antes del final y con una descarada intención de intentar darle a la película una solidez de la que carece.
No hay nada que haga de la película algo reseñable más allá de una entretenida sucesión de gags, así que por tanto, Me casé con un boludo es una comedia tan ligera que no hace falta concentrarse demasiado para seguir el guión. Sería ideal para alquilarla en DVD (si todavía se estilara eso) y verla mientras se plancha o se hace la comida. O si se pudiera, mientras se saca al perro.