Jeremy Irons y Olga Kurylenko se unen a las órdenes del italiano Giuseppe Tornatore en un drama romántico tan sentimental como inverosímil.
Crítica de ‘La correspondencia’
Vuelve el director italiano Guiseppe Tornatore tras la destacable “La mejor oferta” con una historia propia que tuvo guardada en un cajón durante mucho tiempo y que terminó adaptando a las nuevas tecnologías digitales. Una relación epistolar a través de mails y videos que sonrojan al espectador con unos diálogos artificiosos y nada creíbles.
El libreto de La correspondencia evidencia el poco desarrollo del mismo, llegando al sopor al repetirse las mismas situaciones una y otra vez durante las dos horas de metraje. Y es que los continuos mensajes, sin otra variación que haga avanzar la trama, cansan y resultan un recurso insatisfactorio.
Parece ser que todos los problemas del film provienen de un guion que emplea una historia insatisfactoria, con una estructura monótona y que muestra unas situaciones totalmente inverosímiles que provocan que a los pocos minutos el público esté completamente fuera del relato; más pendiente de las numerosas costuras, que de empatizar con los personajes. Tornatore tampoco muestra brillantez en la dirección, quizás a causa de su propia historia que no presenta ninguna oportunidad para su lucimiento, más allá del buen hacer de sus intérpretes.
Lo único destacable de la cinta son sus dos protagonistas. El veterano Jeremy Irons vuelve a ofrecer una interpretación modélica con su habitual presencia británica, creando un personaje afable a la par que ridículamente enamorado. Mucho más equilibrada se muestra Olga Kurylenko, una actriz que ha sabido encauzar su carrera hacia proyectos interesantes, alejados del blockbuster, empeñada en demostrar sus maneras como actriz y que aquí corrobora en varios momentos, al poseer el personaje que más juego da de todo el relato. El resto apenas aparecen y tienen peso en la película, convirtiéndose en meros instrumentos al servicio de la trama para que esta avance gracias a ellos de manera artificial, evidenciando una vez más las carencias del guion.
El director vuelve a colaborar con el gran compositor Ennio Morricone, que sigue al pie del cañón a pesar de su avanzada edad. Lástima que en este caso su partitura pase totalmente desapercibida, sin un tema que se quede en el recuerdo al salir de la sala, algo que por otra parte puede beneficiar a los momentos más pastelosos (que son muchos) al no quedar excesivamente subrayados por la música.
“La correspondencia” es una película totalmente fallida, que sorprende de manos de quien viene. Su libreto juega en contra de una Olga Kurylenko que es lo mejor del conjunto, el cual, parece la obra de un principiante en la escritura de guiones.