El director Lars Von Trier regresa a la cartelera este fin de semana con la historia de un asesino en ‘La casa de Jack’. La película, que está protagonizada por Bruno Ganz y Matt Dillon, resultará sádica y delirante a partes iguales.
Crítica
El vitriólico e indomable Lars Von Trier regresa a los cines con una obra desmedida; cuya narración audaz y provocación sin límites no tiene parangón en nuestros días– exceptuando alguna singularidad como podría ser el reciente nominado al Oscar Yorgos Lanthimos -. En un cine actual, encorsetado y puritano, más preocupado por cumplir con las cuotas de paridad; acoger en su paraguas todas las disparatadas vindicaciones autoritarias que pululan por la sociedad y que buscan capar la libertad creativa del individuo, es de agradecer que a este señor, respaldado por una filmografía a la altura de los más grandes – de lo contrario, de tratarse de un director novel, jamás le hubieran producido esta película; es más, puede que hasta lo hubieran denunciado a la fiscalía -, no le tiemble el pulso a la hora de agitar el avispero. Disfrutémosle antes de que la Santa Inquisición lo condone a la hoguera por herejía.
Sinopsis
En la película La casa de Jack que llega este fin de semana a las cartelaras conoceremos a Jack (Matt Dillon), un asesino en serie con aspiraciones artísticas que narra a través de 5 incidentes -asesinatos – clave, cómo ha llegado a convertirse en lo que es.
No nos engañemos, desde el principio queda patente, para el que quiera verlo, que Jack es un autorretrato macabro del propio Lars Von Trier; el cual busca reflexionar en voz alta y abiertamente con el espectador diletante -aquí representado por el personaje de Verge (Bruno Ganz); una suerte de ángel guardián de dudosa procedencia- en torno a los límites del arte y cómo la construcción del ego y la propia autoestima forman parte indivisible del desarrollo artístico.
Jack es un ingeniero modelo al que le hubiera gustado ser arquitecto, y que vive obsesionado con diseñar la casa de sus sueños a la que poder retirarse en soledad lejos de la sociedad. En sus ratos libres, mientras tanto, se dedica a dar rienda suelta una pulsión leonina por el asesinato. A medida que “los cadáveres van acumulándose en su jardín trasero”, Jack, irá ganado en pericia, seguridad en si mismo y sentido del espectáculo, considerando cada asesinato como un acto de sublimación estética.
La dirección deLars Von Trier
Por todo lo dicho parece indicar que estamos ante una de las grandes obras de su director, pero, Von Trier, a lo largo de la cinta, cae alguna vez que otra en su propia trampa, sermoneándonos con unas peroratas teóricas cogidas con pinzas, y que no llevan a ningún sitio salvo al tedio en momentos puntuales. La crueldad inmisericorde como performance artística acaba resultando excesiva y redundante: a la película le puedes quitar alguno de los cinco incidentes/capítulos al azar y en nada la veríamos alterada – salvo por su duración, también desmedida en ese sentido -. Algunas de las metáforas son bobas, o, siendo indulgentes, efectistas; pero parafraseando al poeta inglés William Blake – obra que ha servido de inspiración al director -“Preferiría ahogar a un bebe recién nacido en su cuna antes que albergar deseos no realizados”. Queda todo dicho. Von trier y contención son antónimos.
Opinión final
La casa de Jack es una película premeditadamente imperfecta, logorreica, cáustica, y poblada de secuencias violentas, tan dementes como divertidas, que llevarán al espectador a preguntarse, entre carcajada y carcajada, ¿No seré un psicópata yo también?.
La película no debe verse como una obra de ficción o entretenimiento – o al menos no sólo – lo cual complica su análisis y la obligación de situarla en una escala de 0 a 10. Es el testimonio de un artista que regresa de unas vacaciones en el infierno y, al fuego de la chimenea una noche de invierno, nos cuenta todas las atrocidades a las que ha asistido. ¿Acaso podemos condenarle por haber llegado tan lejos?