El estudio Laika vuelve a presentarnos una propuesta arriesgada, no accesible para el público mayoritario, pero llena de encanto y buenas intenciones. Una película que sustenta su razón de ser en su emotiva historia.
Crítica de la película ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’
Kubo y las dos cuerdas mágicas habla de la pérdida, de la aceptación y del paso a la madurez. Su guion, escrito por Marc Haimes y Chris Butler, apuesta por la originalidad bajo la seguridad de la visión del héroe de Joseph Campbell y el folklore japonés; creando un libreto que aunque no exento de fallos, apuesta por una historia bien contada, oscura y que se toma su tiempo en desarrollar la trama, apoyándose en algunos fragmentos en el origami de Kubo y su propia voz a modo de narrador.
Por su planteamiento, y algunas secuencias y decisiones, la cinta no tiene complejos en mostrar escenas que en los tiempos que corren, donde la protección a los más pequeños alcanza cotas ridículas, podrían sufrir alguna crítica, pero que a los mayores nos retrotraen a nuestro cine de la infancia donde no se nos trataba de la misma manera.
Hablar en estas líneas sobre la calidad en la animación de un estudio consagrado como Laika, sería redundante. Los creadores de la fabulosa “Los mundos de Coraline” y “El alucinante mundo de Norman” vuelven a mezclar animación stop-motion con CGI para crear un mundo donde la magia y la fantasía son moneda común. La excelencia del apartado visual radica en el diseño de unos personajes que mezclan lo oriental con lo occidental sin que por ello se acerque al mundo del manga, aunque no le resulte ajeno en algunos momentos.
Donde otros films de animación se afanan en crear una amalgama de personajes orientados a las ganancias en la venta de merchandising, Kubo y las dos cuerdas mágicas crea unos diseños al servicio de la historia, rozando lo terrorífico en algunos momentos. Género que no duda en abrazar cuando el guion lo requiere, resaltando el estupendo diseño de las dos brujas hermanas de la madre del protagonista, que portan unas inexpresivas y espeluznantes máscaras de porcelana.
El debutante Travis Knight construye una narración donde las limitaciones del stop-motion no suponen ningún problema gracias a la ayuda del ordenador, creando secuencia de acción sobresalientes como la del esqueleto gigante, o el enfrentamiento final. También sobresale en los momentos más íntimos, como el de los faroles de papel dedicados a los difuntos, que junto a la estupenda partitura de Dario Marianelli, nos hace disfrutar del conjunto no solo en su parte narrativa sino también en la artística, a la que hay que sumar los citados personajes y escenarios.
Kubo y las dos cuerdas mágicas es la mejor película hasta la fecha creada por el estudio Laika, y una de las más importantes del año junto a “Zootrópolis”; no siendo de extrañar que sea una de las candidatas en la temporada de premios que ya se va acercando. Su riesgo asumido, su guion y su diseño de personajes son su mayor baza para considerarla una obra destacable. Lástima que sus virtudes no sean del agrado del público mayoritario y su paso por taquilla sea discreto, algo que por desgracia no es ajeno a sus creadores, a pesar de que sus creaciones supuren amor por lo que hacen.