Fantástica. Imprevisible. Divertidísima. Sutilmente salvaje, salvajemente incorrecta y llena de violencia. Rebosante de elegancia y buen gusto. “Kingsman: Servicio secreto” es una de las mejores películas que se visionarán este año.
Sinopsis de “Kingsman: Servicio Secreto”
La humilde vida de Eggsy (Taron Egerton), que ha tenido que aprender a cuidarse de sí mismo desde que su madre quedara afectada por la trágica muerte de su padre, está a punto de dar un cambio radical tras cruzarse en su vida Harry Hart (Colin Firth). Este misterioso hombre, que forma parte de una organización secreta y que se siente responsable de la muerte de su padre, le ofrecerá la oportunidad de participar en un duro y misterioso proceso de selección en el que deberá ofrecer lo mejor de sus aptitudes físicas y mentales si quiere ser seleccionado. Esta organización, con nombre clave Kingsman, es la última entidad superior encargada de salvaguardar a la humanidad.
Mientas, el excéntrico millonario, Valentine (Samuel L. Jackson), que parece ser el responsable de la desaparición y/o secuestro de personas famosas e influyentes, está siendo investigado por Kingsman. Todas las pistas indican que su ayudante Gazelle (Sofía Boutella), podría ser el responsable de la muerte de uno de los miembros de la organización que se encontraba investigando los secuestros. La investigación retomada por Harry apunta a que Valentine está persiguiendo un misterioso fin.
Crítica de “Kingsman: Servicio Secreto”
“La democracia es la forma menos mala de gobierno” y Matthew Vaughn y Jane Goldman están dispuestos a darnos cientos de motivos a través de una fantástica, loca, creativa, violenta, inimaginable, descarada, portentosa, divertida, elegante película, Kingsman: Servicio Secreto.
La mejor forma de describir “Kingsman: Servicio Secreto” es como un homenaje a las películas de James Bond de siempre pero con las posibilidades actuales. Un paso más allá del lavado de imagen que sufrió el agente 007 en “Casino Royale” al presentarse como un ser más de carne y hueso, más persona real, más contundente, menos ficticio. Una vuelta de tuerca más, que hace que este tipo de películas de espías vuelva con mucha más fuerza a sus orígenes primigenios, donde el humor, la perfección, la elegancia, los villanos arquetípicos y la imaginación sin límites, creaban historias tan inimaginables como divertidas.
“Kingsman: Servicio Secreto”, vuelve al malo de cómic, al super héroe de viñeta y al todo vale. A la esencia de aquel agente secreto que sin despeinarse, debía enfrentarse a malvados villanos con recursos ilimitados y característicos esbirros. Y sin embargo, sin rebajar un ápice de credibilidad, la película logra reírse de las típicas situaciones claramente absurdas en las que el espectador hace concesiones, permite licencias, para que la historia se mantenga creíble.
Y suma y sigue sin dejar literalmente “títere con cabeza”. Kingsman se adapta a los tiempos actuales para convertirse en la evasión perfecta a la vez que sin quererlo, o sin pretenderlo, da lecciones de moralidad con cada frase, con cada ofrecimiento de información sobre la sociedad secreta cuya pantalla es una elegantísima sociedad de sastres de trajes a medida. Lecciones de ética a la par que “el todo vale” lleva a la pantalla de la forma más original estallidos de violencia o mutilaciones aptas para todos los públicos. Sangre digital y fuegos artificiales para representar el mundo de la política actual y una organización “Kingsman”, que nos protege a todos ahora que Wikileaks desvela que los gobiernos conspiran contra sus votantes, o que Bárcenas sale de la cárcel para irse a Baqueira y los fondos buitre desahucian las familias de sus casas.
Colin Firth es en este caso el caballero Galahad, el máximo representante de la pureza y gallardía en las leyendas artúricas, y un máximo exponente de la corrección y elegancia británica en su carrera como actor. Su currículum deja fuera de toda discusión su excelente capacidad interpretativa y ahora, por increíble que parezca, a sus 54 años demuestra que es un impresionante héroe de acción. Apoteósicas son todas sus intervenciones donde empuña un arma, así como sobrecogedora es la escena en la que, por motivos que no voy a desvelar, debe enfrentarse a cien personas sedientas de sangre. Una escena sensacional que, además de ser espectacular y estar basada en la más pura violencia, logra transmitir un particular rechazo hacia esa forma de expresión.
Taron Egerton, el joven proveniente de un barrio humilde, es otro descubrimiento del director, como ya lo fuera Jennifer Lawrence cuando Mathew Vaughn le dio la oportunidad de convertirse en Mística en “X-Men Primera generación”. Joven, apuesto, enérgico y fresco, Taron Egerton encarna a las mil maravillas el típico “macuco” inglés. Un perfecto Geordie Shore que debe superar, no sólo las cada vez más imaginativas pruebas de Kingsman, si no el salto cultural y social de sus compañeros más estirados provenientes de adineradas familias.
Samuel L. Jackson aporta un particular acento a su extravagante personaje. Un villano que no soporta ver la sangre pero que obviamente y por motivos de trabajo, se tiene que ver rodeado de ella. Un rasgo tan divertido como justificado que, como con cada detalle del guion, aporta varias posibles lecturas.
Y es que“Kingsman: Servicio Secreto” no deja de aportar lo clásico y elegante de James Bond, lo típico y esperado de un cómic, y la vuelta de turca con hachazo para crear la ilusión de que la película puede desembocar en cualquier cosa, como finalmente sucede. Tanto es así que a uno le cuesta mirar el reloj por temor de que, con todas las aventuras que ocurren, con la vertíginosa velocidad de cada escena, con el ritmo trepidante con el que fluyen las secuencias, descubramos que se aproxima el final. Pero no es el caso. Lo bueno precisamente de tanto tan bien ejecutado, es que todavía queda más y mejor antes de que queramos descubrir cómo se llama la esbirro morenaza con cuyas prótesis de cuchillas en vez de piernas, ejecuta gracilmente y de forma atlética a cada rival al que se enfrenta.
Para terminar hay que destacar las bestiales escenas de acción.“Kingsman: Servicio Secreto” no inventa nada que no se hiciese antes, pero debido a la imaginativa de cada secuencia, a la justificación de cada escaramuza, al extraordinario nivel de las coreografías de lucha escénica y la cuidada planificación, se podría afirmar que la película descubre un nuevo mundo de posibilidades que van mucho más allá de las típicas ensaladas de puñetazos.