Ryan Reynolds protagoniza Eternal, un thriller fantasioso en el que una innovadora tecnología al margen de la ley permite traspasar la conciencia de un cuerpo a otro. Elegante y entretenida, Eternal es la alternativa correcta para pasar la tarde.
Sinopsis de Eternal
Damian (Ben Kingsley), un exitoso hombre de negocios mayor de setenta años que ha creado un inmenso imperio de la construcción de rascacielos, se encuentra en fase terminal de cáncer. Las futuras generaciones podrán contemplar su inmortal legado: las emblemáticas torres por las que tanto a trabajado. Sin embargo Damian no está preparado para aceptar su inevitable destino y se interesa por un proceso de rejuvenecimiento llamado “la muda”. Un sistema de alta tecnología médica y biológica por el cual un sujeto puede abandonar su antiguo cuerpo para despertar en uno nuevo diseñado genéticamente para tal causa. Así el doctor Albright (Matthwe Goode) le ofrecerá este exclusivo proceso sólo disponible para grandes mentes, prodigios de la humanidad, y un altísimo poder adquisitivo para costear la operación. Damian cumplirá los requisitos previos a “la muda” simulando en público su muerte y así comenzar una nueva vida gracias a su joven cuerpo (Ryan Reynolds).
Tras la muda, Damian comienza a notar una serie de desconcertantes hechos. De vez en cuando sufre inquietantes alucinaciones que dicen ser causa del efecto secundario de la adaptación a su nuevo cuerpo. Pero Damian intuye que tras tantas explicaciones esquivas haya una inquietante verdad.
Crítica de Eternal
La ciencia ficción es un género difícil de retratar. Lo principal, más que contar con un buen presupuesto que permita decorar de forma coherente y atractiva la ficción, es tratar de exponer una historia atractiva, creíble (dentro o fuera de los límites científicos), y a ser posible, dotar a la obra de un toque de trascendencia. Si estos puntos se cumplen, es probable encontrarse con una película correcta apta para cumplir con el contrato de entrada comprada por el espectador. A partir de ahí, y dependiendo del camino que tome la obra (el nivel de acción, de la emoción, de la filosofía aplicada, del tono, si hay toques de thriller, de terror, de realismo, etc…) el asunto se puede convertir en una obra maestra del entretenimiento, de la revelación, en una película de culto para futuras generaciones… o en el más absoluto desastre audiovisual incapaz de interesar a nadie.
Afortunadamente Eternal, desde una impecable elegancia; de imagen, de reparto (ahí tenemos al maestro Ben Kingsley presentando el conflicto para dar paso a un siempre apetecible Ryan Reynolds), de encuadre, de movimiento de cámara, de uso de recursos (no ha contado con un exhorbitante presupuesto), de localizaciones, de agilidad…convierte el guion de los españoles David y Alex Pastor, en una apetecible experiencia de alta categoría. Si bien es cierto que los hermanos pastor cuentan con unas grandes y originales ideas, y el desarrollo de la historia cumple con las dosis justas de técnica, acción, diálogo, intriga, ficción, agilidad y realismo (técnica al fin y al cabo), el guion carece de frescura, espontaneidad. Pero vamos, si todas las obras de ficción llegaran al nivel de escritura que desarrollan estos guionistas, jamás nos aburriríamos durante la proyección de una película. Y eso en sí mismo es un logro de maestría. Se sacrifica el riesgo pero por suerte no se llega a comprometer la calidad.
Lo malo es que al tirar tanto del manual de “los thriller bien hechos”, ocurre que las pequeñas pistas que se muestran en la pantalla, son como señales de emergencia para los ojos de aquellos que estén curtidos en estas materias. Algunas de ellas serán expuestas a través de diálogos, otras mediante acciones de los personajes y las más evidentes… a modo de imágenes. Probablemente la intención de nadie fuera engañar al espectador… pero tampoco creo que sea divertido dejarlo todo en bandeja.
Como ya ha sido mencionado, Eternal brilla por la elegancia en cada uno de los campos. Estéticamente es impecable y la fotografía de cada plano es una recreación para la vista. El desarrollo de la trama y las secuencias elegidas tanto para mostrar la opulenta vida del magnate Damian (Ben Kingsley) enfermo de cáncer, todo ese bestial lujo, y ese impecable porte y figura del actor, como para acrecentar el ritmo del cambio del cuerpo al joven Damian (Ryan Reynolds), con toda esa vitalidad de acción en la cámara y en desenfreno juvenil. Luego, al entrar en la zona thriller, todo se vuelve elegantemente correcto con las dosis indicadas de acción, intriga, descubrimientos, ética moral… un cumplimiento óptimo de la perfecta receta. Sin sorpresas, sin sustos, sin personalidad.
Como en tantas ocasiones antes, Eternal vuelve a representar la típica historia donde hay buenos y malos, donde es fácil discernir entre el bien, el mal y sentenciar ética y moralmente lo que es correcto, incorrecto u abominable. Una vez más, al espectador se le mente en los railes de la obra y no deja ni un resquicio para la duda, para la pregunta… El multimillonario Damian es filántropo como pocos (Bill Gates es uno de ellos), y el científico que busca la perpetuidad de mentes maravillosas… en fin, en ningún momento se argumenta con grises el camino siempre complicado de la neurociencia…
Así y todo, y a pesar de que no habrá ningún especial descubrimiento de nada, Eternal posee muchos más puntos a favor que en contra, estando a un nivel muy superior a la media.