La crítica de disobedience dice que es un drama romántico ambientado en el seno de una comunidad ortodoxa judía y que está protagonizada por Rachel Weisz y Rachel McAdams.
Sinopsis
Ronit Krushka (Rachel Weisz), una fotógrafa afincada en Nueva York, regresa a su hogar, una comunidad judía situada al norte de Londres, como consecuencia del fallecimiento de su padre, a la sazón, el rabino y líder espiritual de dicha comunidad. Allí se reencontrará con su amiga Esti (Rachel McAdams), junto a quien revivirá pasiones del pasado que pondrán a prueba su fe y su sexualidad.
Crítica
Es esta una película de capas, de envoltorios cuya resonancia emocional impregna el relato a medida que avanzamos en el metraje. Su director y coguionista, el chileno Sebastián Lelio, arranca el film ajustándose a los recursos de película de familia, en su vertiente más estricta y árida. Tras el reencuentro de Ronit con sus dos mejores amigos de juventud, Esti y Dovid (Alessandro Nivola), Lelio nos guiará hacia los interiores de dicha comunidad, un microcosmos donde la religión modela cada aspecto de la cotidianeidad, a la vez que nos hace partícipes del enorme conflicto en el que sobreviven nuestros tres personajes principales.
En este triángulo protagónico, Ronit y Dovid son presentados al inicio del film como dos polos opuestos: ella, dispuesta a poner cuanta más tierra de por medio respecto a ese ambiente opresivo de ventanas cerradas y pelucas que amenaza con ahogarla; él, kipá en testa, convencido de ocupar la posición de rabino de la comunidad. Y Rachel Weisz y Alessandro Nivola cumplen sobradamente con la puesta en escena de sus personajes, así como de la representación de sus contradicciones. Pero, por encima de todo, es de recibo afirmar que el personaje de Esti se erige, sin lugar a dudas, como el más interesante de los tres, donde más y mejor se visualiza la pugna entre el deseo y la creencia, entre lo que queremos ser y lo que necesitamos ser. Rachel McAdams está de diez, en la que, sin lugar a dudas, es la mejor interpretación de su carrera, regalándonos un personaje rebosante de conflicto y autoengaño; una mujer encerrada en una sociedad que no entiende trabajando en una institución encargada de perpetuarla.
Otra cuestión a destacar es la ausencia de lugares comunes en términos narrativos, huyendo de excesos argumentales, especialmente en lo que concierne a la mujer. Pese a que no se presenta a las mujeres como entes sometidos, de segunda, todo el metraje se halla trufado de cierta subordinación consentida; en cuanto a la relación entre Ronit y Esti, no es edulcorada, y el sexo entre ambas es ávido y pleno de fluidos; y, sin embargo, es profundamente romántica (la secuencia en la que las dos mujeres visitan la casa vacía del rabino fallecido, es fantástica).
En este sentido, quizá lo esperado fuera un planteamiento mucho más de blancos y negros, donde la religión estuviera señalada en todo momento como artífice de las tribulaciones que aquejan a nuestros protagonistas; pero la realidad, como bien sabemos, resulta mucho más compleja. En el fondo, y como bien nos enseña esta película, los textos sagrados son inmutables, pero no su interpretación. De ahí que el guion sea sibilino, envolviendo la película en una templanza ligeramente opresiva, perfectamente subrayada por su fotografía, gris y cruda, y donde los esquivos rayos de sol que cruzan la pantalla aportan un profundo sentido alegórico.
Conclusión
En resumen, un film intenso y enormemente emocional, que va desnudándose despacio frente al espectador en un muestrario de ausencias, reconciliaciones, reproches y arrepentimientos; pero, por encima de todo, una preciosa historia de amor.