Woody Allen regresa a la cartelera pero en esta ocasión no dirige la función sino que la batuta la lleva su amigo John Turturro, quien le dirige en la película ‘Aprendiz de gigoló’. Un acercamiento por parte de Turturro al mundo de la prostitución masculina.
Sinopsis de la película ‘Aprendiz de gigoló’
Dos amigos se encuentran en serios apuros económicos, Murray (Woody Allen) y Fioravante (John Turturro). Y no se les ocurre mejor idea que dedicarse a la prostitución, Murray como “chulo” y Fioravante como gigoló. Las andanzas de estos dos amigos se verán entorpecidas por la comunidad judía del barrio, que les vigilarán muy de cerca desde que Fioravante empieza a entablar relación con una joven viuda (Vanessa Paradis).
Crítica de la película ‘Aprendiz de gigoló’
John Turturro aborda el controvertido tema de la prostitución masculina en su quinto trabajo como director,‘Aprendiz de gigoló’, como ya lo hiciera John Schlesinger en ‘Cowboy de medianoche’ (1969) o Paul Schrader en ‘American Gigoló’ (1980). Pero Turturro elige la vertiente humorística para acercarse al tema, donde el resultado es un producto amable y entretenido pero del que se podía haber sacado más partido.
Desde los títulos de crédito iniciales, la película recuerda el estilo de Woody Allen. No sólo en su banda sonora, plagada de jazz, sino en la presencia del colectivo judío en la propia trama. Además, el film se encuentra ambientado en Brooklyn y muchos de los diálogos tienen el más puro estilo “alleniano”. El sexo, la soledad y el mundo de la pareja como motivos principales hacen el resto en un ejercicio que pretende homenajear la obra del cineasta neoyorquino, amigo personal de Turturro.
Aprendiz de gigolóes un trabajo correcto que cumple de sobra con el fin que todo espectáculo se marca como objetivo: entretener. Pero estamos ante una película que le falta gancho, que nos deja con ganas de más, que desde su formidable arranque somos testigos de un deterioro progresivo, como un globo que se fuera desinflando. Una película de esas que, al rato de la proyección, ya hemos olvidado.
El comienzo se encuentra próximo a lo brillante, con una premisa divertida que nos acerca a la vida de dos amigos que sin nada que perder se lanzan a una surrealista aventura, la prostitución. La película va al grano al respecto y no explota como debiera las posibilidades cómicas de estos novatos en semejante empresa (Allen como “chulo” y Turturro como gigoló). El salto narrativo existente entre una y otra forma de ganarse la vida, es abismal. De la noche a la mañana un tipo feucho y entrado en años (John Turturro) se encuentra convertido en un profesional del sexo al que mujeres de la talla de Sofia Vergara o Sharon Stone se lo disputan, mientras que por su parte el personaje interpretado por Allen, Murray, hace dinero sin parar.
A partir de ahí la vertiente cómica de la película avanza a base de chistes pronunciados sobre todo por Woody Allen, echándose en falta un humor más consistente que no se quede únicamente en frases graciosas sino que sirva para hilvanar el conjunto de las escenas. Por otro lado, el tono de comedia convive simultáneamente con el drama personal de Avigal (Vanessa Paradis), una viuda judía, personaje que sirve para crear una historia de amor algo forzada entre ella y Fioravante, con un desenlace insulso. Es aquí donde desde mi punto de vista la película se pierde y empieza a fallar en el ritmo, apostando por un romance que, lejos de conmover, sólo transmite indiferencia. Parece como si Turturro se empeñara en seguir dos caminos que debieran quedar unidos en el conjunto de la totalidad, consiguiendo finalmente una película desigual y que parece ir a la deriva.
Aprendiz de gigoló, pese a no ser una joya del cine, se deja ver con agrado, es muy entretenida y algunas secuencias permanecerán por algún tiempo en el espectador (sobre todo las que tienen que ver con Allen y la comunidad judía). Sin embargo, la conclusión que nos deja su visionado es que John Turturro pretende hacer una comedia a la altura de las de su amigo Woody Allen, pero que dicha empresa le queda grande y sólo consigue quedarse en el terreno del homenaje sin pretensiones.