Sórdida, decadente, y de corte convencional ajustado a los patrones del género, pero de interpretaciones excelsas y recreación absorbente. Este viernes 8 de Febrero llega a las carteleras White Boy Rick; protagonizada por Mathew McConaughey y el debutante Richie Merrit.
Crítica de White boy rich
Ambientada en los años 80 en un Detroit que comenzaba a ver cómo sus fachadas se desconchaban y alumbraban lo que terminaría por constituir su famosa – y fastuosa – decadencia, asistimos a las peripecias de “White Boy Rick” (Richie Merrit), informante más joven de la historia del FBI e hijo de un chisgarabís y cicatero traficante de armas (Mathew McConaughey). Entre otras muchas cosas.
Yann Demange, en su ópera prima ’71, demostró pulso y arrojo para las secuencias de acción; así como un gusto exquisito y artesanal por una recreación cargada de atmósfera que imbuía de una narrativa subtextual a unos personajes avejentados; cargados de unas arrugas intempestivas y de un pasado que el espectador intuía tormentoso – la teoría del Iceberg de Hemingway-.
En White Boy Rick, la frescura que Yann Demange prometía en su primer largo se ha visto diluida por un encorsetamiento aglutinador de todos los clichés del género de “Gansters”; como deambular por el paseo de una feria española cualquiera en la que encontraremos hamburguesas, churros, algodón de azúcar, y también, probablemente, una noria.
Empero, a pesar de los muy evidentes errores acomodaticios y cobardicas, la película brilla a la hora de rasgar la superficie y adentrarse en los entresijos corroídos de una ciudad que asiste, impávida, a su resquebrajamiento y decadencia, arrastrando con ella a sus habitantes; conminándolos a imbuirse en un vórtice de mediocridad y desesperación que les llevará a tomar malas decisiones una y otra vez, en espiral.
El personaje de White Boy Rick sirve como leitmotiv desencadenante de acontecimientos y guía por este parque temático que rezuma verosimilitud y zafiedad, y cuyas reminiscencias me retrotraen a la infravalorada ,y parcialmente olvidada, obra maestra que Andrew Dominik nos legó en 2012, Mátalos suavemente.
La interpretación de Richie Merrit es brillante; un compendio de emociones sutiles y soterradas con temor a alzarse y verse socavadas por la perdida de la inocencia en un mundo hostil, que obliga a adquirir una serie de habilidades y suspicacias idiosincráticas para poder sobrevivir.
Mathew McConaughey, a pesar de dar vida a un arquetípico personaje – mezcla del padre abnegado que dio vida Pete postlethwaite en El nombre del Padre, mezcla de white trash americano desheredado -, logra infundirle matices complejos que dejan de lado la piel prototípica, demostrando que aún continúa en la cima interpretativa de su carrera.
Opinión final de la película
White Boy Rick, en esencia, es una película fallida. No aporta nada nuevo al género. Pero unas interpretaciones inspiradas; un par de secuencias que rozan el sobresaliente – la de los panqueques cocinados por un testimonial Bruce Dern, por ejemplo -; una ambientación acertada, y el inicio, con Cocaine Blues de Jhonny Cash sonando, en una feria de compraventa de armas, hacen de ésta una película interesante.