Fútil, vacua, una oda (no premeditada) a la frivolidad del proceso artístico y a los demonios que lo envuelven. El resultado acaba siendo una mera caricatura repleta de lugares comunes. La relación director (con hiper sensibilidad) y actriz protagonista (excéntrica y necesitada de cariño) provoca sonrojo, cuando no directa y absoluta vergüenza ajena.
Sinopsis de “Bárbara”
Barbara es un atípico biopic sobre la muy conocida, en concreto en los países francófonos, cantante de chanson francesa, Barbara. Y digo atípico porque la sinopsis correcta sería decir que es una película sobre el rodaje del biopic de Barbara: Cine dentro del cine.
Opinión de “Bárbara”
El director y guionista de la cinta, Mathieu Amalric (Tournée, La habitación Azul) también se reserva para sí el personaje de segunda espada: el del director del rodaje al cual estamos asistiendo. Amalric circunvala levemente las tormentosas aguas que rodearon al personaje que da nombre a la película utilizando como leit motiv el rodaje sobre la vida de la cantante. Finalmente acaba desechando, ya sea por falta de interés o por precaución, adentrarse de lleno en los episodios caóticos y turbulentos de Barbara. En lugar de ello, se detiene en aspectos muy trillados y desde luego mejor desarrollados en otras cintas, como son la decrepitud sexual femenina, la crisis de los cincuenta o la necesidad de mantener relaciones sexuales (en este caso hombres) con personas mucho más jóvenes para alimentar el ego marchito.
Todo ello, utilizando como catalizador al personaje de Brigitte (Jeanne Balibar) una polifacética actriz francesa que se encuentra en el ocaso de su carrera y su sexualidad y que será la encargada de interpretar a Barbara durante el rodaje.
La compleja actuación de Jeanne Balibar, teniendo que interpretar a dos personajes (Brigitte y Barbara), es de lo poco salvable de la película. Suyas son las dos geniales (y aisladas entre sí) secuencias que sobresalen con fuerza incontestable por encima de toda la mediocridad a la que asistimos: La de la furgoneta camino al bar junto a su “querubín” y la interpretación prácticamente al final, de un tema de Barbara en la que vemos, cómo los dos personajes a los que interpreta, han acabado mimetizados.
¿El resto? Un batiburrillo narrativo donde sobra continente y falta contenido. Como si Amalric pensase que añadiendo capas, ripios y algún que otro esbozo medio convincente (deconstrucciones de personajes intrascendentes; alteraciones de la narración lineal sin ningún tipo de necesidad) fuese a ocultar lo que realmente esconde su película: Nada.
Cabría preguntarse en que otro país, salvo en Francia, podría tener éxito una película repleta de artificios estéticos y ornamentos de cartón piedra, que finalmente están al servicio del famoso: Dar gato por liebre. Con repasar la filmografía de los últimos veinte años de Jean-Luc Godard bastará de sobra para saber de lo que hablo.
La fotografía de Christophe Beaucarne es muy bonita y refleja con acierto (y poca sutileza dicho sea de paso) el constante ir y venir entre secuencias de rodaje (texturas repletas de contrastes) y los de la “vida real” (tonos suaves y casi siempre valiéndose únicamente de la luz natural)
El diseño de producción así como la caracterización también funcionan con eficacia cuando se les necesita, especialmente a la hora de ambientar o contextualizar a los personajes.
Lo que de lejos puede parecernos una bonita joya, analizado de cerca y con lupa, acaba resultando pura bisutería. Eso si, bisutería Francesa. Seguro que a mucha gente le basta conocer ese detalle para acabar comprándola.