Brad Pitt y Marion Cotillard protagonizan este thriller de espías de corte clásico en que sabe mantener las expectativas hasta el final. Entretenida, sin más.
Crítica de la película ‘Aliados’ (2016)
Robert Zemeckis (Regreso al futuro. El desafío, 2015) dirige con parsimonia el guión de Steven Knight (Locke, 2015) mostrando una película de espías por encima de la media de las actuales producciones norteamericanas. Se preocupa por exhibir espectacularidad a la par que cuida a sus peculiares personajes protagonistas: Un arrojado espía canadiense, Max Vattan (Brad Pitt), que es enviado al norte de África durante la Segunda Guerra Mundial para coprotagonizar una misión junto a una heroína de la resistencia francesa, Marianne Beauséjour (Marion Cotillard). Dos completos desconocidos que tendrán que falsear de la mejor manera posible un ficticio matrimonio entre ambos para ganarse la confianza de los nazis.
A pesar de toda la buena intención técnica y artística, no se ha escatimado recursos para recrear el periodo histórico en el que se ambienta, Aliados no logra superar la barrera del cine adecuado. Es decir, todo está bien, todo luce fantástico, y todos los cabos parecen estar lo suficientemente bien atados como para contentar a una sesión cualquiera de tarde de cine. Sin embargo, la película adolece de estar demasiado ceñida a la invisible norma de la corrección. Todo está bien sin más. El guión no asume demasiados riesgos y el director se limita a hacer bien su trabajo sin mayor intención de que todo esté en orden.
Así nadie podrá quejarse del reparto, de los diálogos -brillantes en ocasiones-, de el aspecto artístico -sobresaliente-, y de la exposición de no pocas escenas cargadas de intensidad. Sin embargo, la cohesión entre ellas es más bien abrupta, sucediendo en una serie de episodios que, más que contribuir a la elevación del clímax final, predisponen a la aceptación de cualquier tipo de resolución.
La dificultad en la consistencia de la historia también reside en las dos diferenciadas partes en las que se divide la película. La primera, cuando está situada en África, y la segunda, cuando la pareja de espías se traslada a Londres. Durante este último el protagonismo de Marion Cotillard pasa a un absoluto segundo plano, hasta casi desvanecerse, para lograr una mayor intensidad en el suspense. Un recurso necesario que sin embargo disuelve de forma automática el romance “creado” en la primera parte -ya que ambos protagonistas deben fingir la relación de pareja- provocando el desapego del espectador en el pasado de la historia.
Las escenas de acción se utilizan como artificio para elevar la intensidad narrativa. De esta manera estas aparecen intercaladas entre momentos más dramáticos, cual chute de adrenalina mantiene latiendo un corazón, para luego retomar el camino marcado.
Con todo, Aliados cuenta con constante toque imprevisible que la hace destacar, justamente por encima de la media, respecto a las acostumbradas obras. Un toque abrupto, tan escarpado e inesperado, que resultará suficientemente interesante como para mantener vivo el suspense hasta el final. Eso sí, un suspense para cada una de las dos partes que cuenta la película y una gran cantidad de “mini suspenses”, o tests, que tendrán que afrontar los espías para probar su valía o mantenerse con vida, según el caso.
En conclusión. Aliados es una película para todos los públicos que posean un amplio sentido de la paciencia, porque aquellos que deseen ver acción, deberán tener paciencia, y aquellos que tengan preferencia por una mayor profundidad dramática, deberán ser pacientes con las escenas de acción. Así todo el mundo podrá obtener lo que busca aunque la película se exponga a descontentar -o agradar- a todo el mundo por igual. “Me esperaba más” -de algo, de un tipo de género, o de mucho de lo mismo- es la frase que lo define todo. Eso sí, por lo menos Aliados tampoco da de menos.