Los hermanos Coen ponen en escena un amplio homenaje a la producción cinematográfica hollywoodense de los años 50. Con humor, fantasía y un ligero tono de sátira, el espectador conocerá las formas, los problemas y la imagen de la industria cinematográfica.
Crítica ‘¡Ave, César!’
¡Ave, César!, es una película que no debe ser tomada en serio. La cohesión argumental es más bien floja y los asuntos que se tratan son más bien irrelevantes. Es divertida, es deslumbrante y, en la mayoría de los aspectos que muestra, muy interesante y hasta en cierto modo didáctica. Nos adentra en un mundo extinto donde las estrellas de cine se casaban con los (literalmente) grandes estudios cinematográficos y los técnicos y artistas tenían trabajo durante todo el año. Sin parar. Para siempre. La producción era incesante y todo tenía que fluir. Así, los hermanos Coen, nos quieren mostrar de una forma simpática el ambiente cinematográfico hollywoodense de los años 50 de manos de Eddie Mannix, un solucionador de problemas basado en la persona de mismo nombre que se dedicaba precisamente a eso: salvaguardar la imagen y contener los posibles escándalos de sus estrellas.
Aunque aquí Eddie Mannix (Josh Browlin), va un paso más allá y se convierte en “el hombre de negro” de los Capitol Studios para solucionar TODOS los problemas del titánico estudio. Su jornada laboral comienza a las 5 de la mañana y termina pasadas treinta horas. Lo mismo soluciona los problemas de producción debido a las inclemencias del tiempo en una lejana localización que sale corriendo para tapar el último escándalo de la estrella de moda antes que se produzca. Dosifica información a la prensa, media entre directores y estrellas, llega a acuerdos con trabajadores, supervisa los montajes, previene las dificultades, se gana el visto bueno de las autoridades religiosas…
Con semejante personaje, libre y necesario para la producción, se excusa el hilo argumental de las dispares situaciones que se dan en la película. Una forma hábil de conseguir que todos los personajes tengan cabida en la historia pues Eddie Mannix debe enfrentarse a los problemas de cada uno allí donde sea necesario. Así deberá encontrar a la super estrella de los estudios Baird Whitlock (George Clooney), desaparecida en mitad de la super producción de romanos que da nombre a la película; lidiar entre la nula capacidad interpretativa salvo para el rodaje de películas del oeste de Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), y sofisticado director de obras dramáticasLaurence Laurentz(Ralph Fiennes); solucionar el desliz de la querida actriz acuáticaDeeAnna Moran(Scarlett Johansson); y alimentar y contener las noticias desfavorables de la prensa representada por las reporteras de cotilleos Thora y Thessaly Thacker(Tilda Swinton). Todo ello le llevará a visitar pintorescos rodajes como el del musical de Burt Gurney(Channing tatum) y contactar con tipos especiales en nómina de los estudios comoJoseph Silverman(Jonah Hill), sin dejar de supervisar copiones o visitar a la montadora C. C. Calhoun (Frances McDorman) para comprobar la evolución de los trabajos, y responder las peticiones de todo el mundo a través de su eficiente secretariaNatalie(Heather Goldenhersh).
Para disfrutar de ¡Ave, César!uno no deberá buscar una fina coherencia en la historia. Simplemente deberá tener un buen bagaje cinematográfico, que puede ser extenso y profundo o escueto y disfrutar de la imagen, la fotografía mientras sus recuerdos evocan aquella película de sirenas (o una pequeña escena, hasta una foto de ella), la clásica cinta dramática (o la misma escena que por fuerza hayan podido ver hasta sin querer), las típicas de indios y vaqueros… o qué se yo. Es realmente difícil no conocer una mínima parte de esa época, pero todo puede darse. A más cultura cinematográfica, más posibilidades hay de encontrar satisfacción en cada bofetada que reparte Eddie Mannix, más gracia hará la rebelión de los guionistas, más sentido se encontrará a los bailes de los marineritos y más ilusión hará ver todo lo que había tras las cámaras.
La película no se resolverá de una forma demasiado específica y se abandonarán ideas prometedoras. Casi cada actor de la película tendrá bastante delimitada su parcela y, por mucho que Eddie haga presencia necesaria en todas ellas no tendrá acción suficiente como para que disfrutemos de una clásica estructura dramática. El típico “presentación, nudo, desenlace” será sustituido por “presentación, presentación, presentación” y fin. ¡Y es que Eddie Mannix hace muy bien su trabajo!