“Wonderstruck. El museo de las maravillas” es una de esas películas que impactan más por su cuidado aspecto visual que por la historia que finalmente presentan al espectador. Oakes Fegley y Julianne Moore protagonizan una cinta donde los destinos de sus personajes terminarán por entrecruzarse.
Wonderstruck. El museo de las maravillas es una de esas películas con argumento de lo más sencillo pero presentadas con tal complejidad que esperaremos mucho más de lo que finalmente terminará ofreciéndonos. Quizá tenga un arranque demasiado prometedor, entre misterioso y desconcertante, para que en su tramo final nos revele un mero drama familiar de ausencias y reencuentros. ¿Dónde queda entonces el misterio prometido? Tan sólo era la excusa perfecta para mantenernos pendientes de la historia hasta el final.
Sinopsis de Wonderstruck. El museo de las maravillas
Wonderstruck. El museo de las maravillas narra las historias de valentía y arrojo de dos niños de diferentes épocas cuyo futuro se entrecruzará en algún momento de sus vidas. Por una lado tendremos la historia en cine mudo, en blanco y negro, de Rose (Millicent Simmonds), una niña sorda cuyos padres están separados y que vive en la Nueva Jersey de los años 20. Y por otro lado conoceremos a de Ben (Oakes Fegley), un niño de la Minnesota de los años 70 que, tras perder a su madre, emprende un largo viaje para conocer a su padre. ¿La mayor dificultad que se encontrará en su aventura? Su recién aparecida sordera con la que no le quedará más remedio que convivir y hacerse escuchar entre el tumulto de la gran ciudad.
Crítica de Wonderstruck. El museo de las maravillas
Wonderstruck. El museo de las maravillas es la adaptación del libro infantil Maravillas (2011) del escritor e ilustrador Brian Selznick. El encargado de llevar su entrañable historia a la gran pantalla no es otro que Todd Haynes (Carol, Mildred Pierce), cuyo relato versa sobre cómo dos niños sordos luchan por hacerse sitio en la ruidosa ciudad de Nueva York en dos épocas distintas. El director disfrutará como un niño en ese laberinto de historias, de épocas, mimando cada pequeño detalle dando muestras de que su intención con esta película es hacer un pequeño homenaje a la infancia. Para narrarnos las aventuras de sus dos protagonistas elegirá unos mudos y grises años 20, imitando las cintas de cine mudo de las cuales además la madre de la pequeña Rose es protagonista. Una gran estrella del cine mudo apunto del declive más absoluto por la llegada del sonido a la gran pantalla. Y por otro lado tendremos a Ben, cuya historia se retrata en medio de los sonoros, coloridos e indies años 70.
Una historia de diversidad e identidades, de pérdidas y hallazgos, de lágrimas y risas de felicidad. Así es la cinta de Haynes, puro contraste que se resiste a caer en el melodrama de la historia original, aunque a veces no logre mantener el pulso… una pena, porque a nivel visual el trabajo es sobresaliente.