El 13 festival Syfy presenta esta noche Vulcania, la primera película del argentino José Skaf. Ficción opresiva con una cuidada estética y fantástica fotografía carente de un guion que la apuntale.
Crítica de Vulcania
El cine español, limitado por unos presupuestos ridículos, se alimenta de buenas ideas y grandes intenciones. Vulcania, por suerte o por desgracia, es uno de esos claros ejemplos. Todo está bien, todo luce espléndidamente. Los actores están al nivel deseado, el elenco es más que interesante, la fotografía no tiene ninguna pega (más bien es digna de elogios). El arte, el vestuario, la peluquería el maquillaje, la localización, la iluminación… sin exagerar es totalmente fabulosa. Pero uno de los pilares más importantes, el guión, no consigue soportar todos los aciertos que han sido desarrollados en esta justísima producción de 3 millones de euros.
Vulcania empieza muy arriba. En apenas unos instantes se sobreviene una inmensa desgracia a la vez que se presentan los enigmas que se desarrollarán en los minutos posteriores. Con tan solo un golpe de vista el espectador situará la historia en un mundo agreste, duro, en el que dos familias o facciones, se declararán rivales casi opuestos. Prohibición, represión, desconfianza en los ojos de los actores Rubén Ochandiano, Jaime Olías, Anna Gonzalvo y el pequeño Roger Padilla. Silencio.
A partir de ahí todo pesa tanto como el acero que trabajan los operarios de la fábrica. Se definen todavía más los roles de cada uno y Miquel Fernández (Jonás), recibe todo el peso de la trama. Silencios, sonidos mecánicos y opresión acompañan a los extraños personajes. José Sacristán (Sr. Valoquia) se define como el portavoz machacante de la fábrica, aquel que se encarga de aliviar los sufrimientos de las dos grandes familias rivales que la mueven, que la soportan. Una suerte de mineros y obreros de industria pesada que viven para trabajar. Se despliegan los capataces comoGinés García Millán (Adam), guías de cada facción; mientas que Silvia Abril (Ruth) yAna Wagener (Aurora) parecen velar por la moral femenina tras su férreo rictus.
Todo muy duro. Todo tan condensado como el hierro fundido y las vidas de las que se nutre la fábrica de las desdichas. Hasta ahí muy bien. Todo muy interesante y prometedor. Más aun cuando desde el primer instante el presonaje de Miquel Fernández, Jonás, comienza a indagar, a saltarse las normas del silencio, para buscar la ayuda de Marta (Aura Garrido), otra desdichada alma que sufre de cerca la desgracia. Pero Jonás comienza a descubrir cosas, el público comienza a descubrir cosas sobre Jonás… y el guión deja de atar cabos (ni lo intenta), o siquiera justificar comportamientos (las reacciónes del personaje de Aura Garrido son inexplicables desde cualquier punto de vista), para limitarse a oprimir (que no exprimir) en vez de definir un camino viable.
Digo Soto, el guionista encargado de dar forma a la historia creada por él mismo y el director, no consigue detonar un final que de valor al total del recorrido. Vulcania muestra todas las cartas y casi todas las posibilidades en los primeros minutos y, en vez de alcanzar una conclusión reveladora, nos presenta una lógica evolución del señor Jonás, bendecido con unos poderes sobrenaturales exiguamente justificados. Los personajes comparsa como Gus (Andreu Castro) y Fran (Andrés Herrera) son abandonados a su suerte después de haber finalizado su sentido en la trama; el primero ser objeto de chistes por parte del segundo, y el segundo, indicar literalmente el camino a seguir del protagonista Jonás.
Así la película pierde el poco misterio que podría tener, la poca gracia que parecía ocultar, y desvelando secretos que a penas tienen relevancia, como el propósito real del siempre gran actor (para bien y para mal) que es José Sacristán, quien no tiene nadie que le pare los pies en esa desmedida proyección vocal.
Todo lo demás es un sobre saliente. La luz, las tomas, los encuadres, los efectos visuales… el trabajo conjunto artístico técnico están tan bien engranados como la antigua fábrica maquinaria agrícola Cal Trepat de Tárrega en la que se rodó parte de la película. Todo funciona a la perfección para dar lugar a una oscura, lóbrega, pesada, opresora y enigmática ambientación que no hace sino exhortar los verdaderos enigmas que oculta Vulcania.