En la cinta conoceremos a Thelma (Eili Harboe), una joven recién llegada a la universidad con claros problemas de adaptación por culpa de su marcado carácter retraído. Su familia ultra católica le ha inculcado sus valores y ella teme echar a volar y decepcionar a sus padres. La cosa se complicará cuando conozca a Anja (Kaya Wilkins) e inevitablemente se sienta profundamente atraída hacia ella. Desde ese mismo instante cada vez que sienta algún impulso sexual o deje volar su imaginación, un suceso completamente inexplicable o paranormal sucederá a su alrededor.
El director noruego Joachim Trier, primo de Lars von Trier, sabe jugar bien sus cartas presentando el conflicto psicológico de Thelma a través de lo sobrenatural. Cada impulso sexual que sienta la joven hacia su atractiva amiga se reconvertirá en un episodio repleto de elementos fantásticos. Una condena que mantiene a su protagonista reprimiéndose continuamente para no sacar a relucir su verdadero yo, lo cual podría conllevar consecuencias catastróficas -o eso piensa ella firmemente-. Un grito silenciado que tiende a desbocarse en cualquier momento del metraje y que no deja de ser una manera original de contar la historia de una joven procedente de una familia religiosa que se condena por ser homosexual. Una cárcel imaginaria, fabricada por ella misma, de la cual no sabe cómo salir ni si debe hacerlo. La culpa será el sentimiento reinante en toda la cinta.
La película, que generó furor en la pasada edición del Festival de Sitges obteniendo el premio del jurado y a mejor guión, respira una atmósfera claustrofóbica muy similar a la que se respiraba en títulos hermanos como Carrie (Brian de Palma, 1976), Stoker (2013), It Follows (2014), Crudo (2016) o, la más reciente y nacional, Verónica (2017). Todas ellas tienen en común ese enfoque fantástico a modo de metáfora sobre el tema “tabú” que se encuentra oculto en el trasfondo de su trama, y del cual todas tienen a una joven como protagonista absoluta.
Eili Harboe da vida a Thelma de forma totalmente fiel a la atormentada alma de su personaje. La actriz ha sabido plasmar la esencia de un personaje en el que resultan más esclarecedores sus silencios que sus palabras. Una joven completamente introvertida que sólo ve luz para su condenada existencia a través de los ojos de su amiga Anja. Una felicidad que se le antoja inalcanzable por el enorme sentimiento de culpabilidad que azota su mente y su cuerpo a modo de ataques epilépticos.
En conclusión, Thelma supone una interesante propuesta en una cartelera marcada por el sentimiento religioso de la Semana Santa, no deja de ser curioso. La cinta no llega a brillar por algunos minutos de metraje completamente innecesarios para la trama pero sí supone un buen ejemplo de cómo tratar un tema social desde el prisma del cine de género.