El inquietante corto ‘Lights Out’ llega a la gran pantalla con una puesta en escena entretenida y una gran capacidad para el sobresalto.
Crítica de la película ‘Nunca apagues la luz’
Del corto a la gran pantalla. Otro caso de éxito de la viralidad. Ganador de diversos festivales, el corto pululó de muro en muro en cuanto su director, David F. Sandberg, lo colgó en la prestigiosa plataforma Vimeo. Sencillo, efectivo y corto -no como muchos que acaban siendo medio metrajes-, las reproducciones de “lights out” se contaron por millones antes de que productores como James Wan (director de Saw, Insidious, Expediente Warren y Fast & Furious 7) dieran la posibilidad de convertirlo en la película de mismo nombre aquí llamada Nunca apagues la luz.
En el corto se podía ver a una mujer que se disponía a irse a la cama cuando al apagar la luz del pasillo vislumbraba el contorno de algo al final del mismo. Por supuesto, al encender la mujer la luz, la silueta humanoide desaparecía para reaparecer una vez que el pasillo quedaba en penumbra. Repetición del fenómeno hasta que… ¡Bum! Llegaba el sobresalto. Una premisa Inquietante que funcionaba a la perfección durante los escasos minutos que duraba el corto.
Ahora, tres años después del estreno del corto, David F. Sandberg, cuenta con una hora y veinte para presentar el nuevo monstruo realizando una estructura clásica pero efectiva. Siguiendo el guión del experto en la materia Eric Heisserer (The thing, 2011. Destino Final 5, 2011 y Pesadilla en Elm Street, 2010.), la película comienza con la misma idea del corto para introducir a la criatura y sus habilidades -escenas en las que por cierto aparece Lotta Losten, la actriz del corto original-. Un bailoteo de luces que se repetirá durante toda la película pero que funcionará en todas y cada una de las escenas al dotarlas de tensión y conseguir así allanar el camino para el buscado sobresalto.
Aquellos que busquen una película de terror palomitera encontrarán bien satisfactoria la experiencia porque Nunca apagues la luz tiene suficientes escenas “de miedo” para retener la atención de este tipo de espectador. Así mismo, el guión deja lugar para un par de tramas -algo limitada una de ellas, y un tanto escasa la otra teniendo en cuenta las posibilidades que tiene él descubrimiento de la criatura- lo suficientemente nutridas como para que la película no se convierta en una atracción de feria.
La película destaca por el cuidado de los detalles en cuanto al uso de la luz y lo que está conlleva para con el monstruo. Estos detalles se repartirán a lo largo de la película logrando que el espectador conserve la sensación de sorpresa aún llegando al final del metraje y ya sabiéndolo todo sobre la criatura en sí. También cabe mencionar la pensada justificación de las acciones de los personajes. Parece ser que por fin hay alguien que entiende la necesidad de dotar a estos con un mínimo de capacidad de raciocinio para que la película esté alejada del absurdo. Así no contemplaremos escenas fuera de lugar o movimientos incoherentes en el guión.
El reparto, protagonizado por Teresa Palmer, Julie, (Memorias de un zombi adolescente, 2013), Gabriel Bateman, Martin hermano pequeño de Julie, (Annabelle, 2014), Alexander DiPersia, Bret, novio de Julie y María Bello, Sophie (Prisioners, 2013) cumple con creces con su trabajo, siendo Teresa Palmer la que carga con la mayor parte de la responsabilidad -ella es la heroína de la película- pero sin olvidar al joven Gabriel Bateman, totalmente convincente en su actuación; y la ya veterana María Bello, quién por la dificultad de su personaje merece una mención especial. Alexaner DiPersia pasa desapercibido en un personaje tan indiferente como anodino ha sido creado -salvo en una escena cuya acción puede provocar una sonrisa de empatía-.
Nunca apagues la luz se descubre cómo una muy buena adaptación del corto que conseguirá atrapar la atención del variado público seguidor del género de terror. Una opción más que recomendada, por encima de la media habitual de los últimos estrenos, con un saber hacer tan directo como efectivo. Se demuestra así que no es necesaria una enrevesada trama o unos emperifollados efectos visuales para proporcionar al público un rato de tensión terrorífica.