Clint Eastwood vuelve a ponerse delante de las cámaras en su última aventura como director. Una historia basada en la vida real de un anciano que transportaba la droga del Cártel de Sinaloa por las carreteras de Estados Unidos. Descubre la crítica de “Mula”.
Crítica de “Mula”
No son pocas las obras maestras que nos ha regalado Clint Eastwood. El casi nonagenario cineasta, con su crepuscular clasicismo, ha sido capaz de conmover durante las tres últimas décadas con un cine del que ya no se hace. Su planteamiento estético, tan austero como efectivo, bebe de los grandes del cine, donde la cámara tenía un lugar justificado en el espacio y donde el papel del director quedaba en un segundo plano en favor de la historia y los personajes. Esta manera de trabajar le ha hecho ganarse el respeto de la crítica y el público, consiguiendo que cada nuevo estreno que nos ofrece se convierta en un acontecimiento. “Mula” no iba a ser menos, además de significar el regreso frente a la cámara siete años después de su última aparición en la ficción. Todas las virtudes del cine del californiano hacen que cada uno de sus estrenos se esperen con las más altas expectativas. En el caso que nos ocupa, el resultado se queda por debajo de lo esperado, sin ser un mal producto.
El guion de Nick Schenk abre dos frentes en el relato. La parte que atañe al personaje principal como mula del Cártel de Sinaloa y otra que se centra en sus relaciones familiares. Esta segunda trama no acaba de despegar hasta el tercer acto, convirtiendo un film con tintes de thriller, policiaco e incluso comedia, en un melodrama de los que tanto gustan a Eastwood. Ambas partes por separado funcionan correctamente, pero dentro de la misma cinta, generan la sensación de no haberse decidido sobre qué hablar. Earl, el protagonista, está bien construido, aunque no goza de una gran profundidad, al igual que ninguno de los protagonistas. Sin embargo, su carácter provoca que las situaciones cómicas hagan acto de presencia, aligerando una historia que peca de exceso de metraje y reiterativa, en lo que a las entregas de mercancía se refiere. Cuando comienza el tercer acto, la película cambia de tono drásticamente y la emoción sale a flote, ensalzando las interpretaciones de la mayor parte del reparto. El propio Eastwood hace un trabajo redondo, acompañado por una genial y casi olvidada Dianne Wiest. El resto de personajes que pueblan la pantalla están desaprovechados por el poco tiempo del que disponen. Y es que intérpretes como Bradley Cooper, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne, Alison Eastwood o Andy García funcionan en la mayoría de los casos casi como cameos, sin desmerecer el más que correcto trabajo que realiza cada uno de ellos.
Eastwood sigue fiel a sus principios estéticos y vuelve a hacer uso de una puesta en escena lo más clásica posible, aunque no exenta de momentos potentes a nivel visual, gracias a las interpretaciones de los actores y a una intuición más que estudiada del punto de vista que quiere mostrar la cámara; siempre ausente, invisible, pero certera en su misión de narrar y emocionar.
Opinión final de Mula
“Mula” no es una obra maestra ni falta que le hace. Clint Eastwood vuelve a abordar terrenos conocidos con su habitual manera de hacer cine. Un clasicismo que se pierde, que se muere y que gente como él reivindica como la manera de hacer cine que conoció y que nos sigue legando para que no olvidemos de dónde venimos. Como un abuelo alecciona a su nieto al calor de la chimenea, que nuestro abuelo Clint lo haga con nosotros, aunque sea una vez más, en la oscuridad de la sala de cine.