Miguel del Arco, el director de moda en la escena teatral, presenta su primer largometraje bajo el premonitorio título de ‘Las Furias’. Un drama familiar al más puro estilo de las grandes tragedias teatrales clásicas que no termina de funcionar a causa de su anodino final.
Crítica de la película ‘Las furias’
El esperado primer largometraje de Miguel del Arco, uno de los nombres más reconocidos de la escena teatral nacional, llega este fin de semana bajo el enigmático título de Las Furias. Una cinta impecable en muchos aspectos: a nivel visual, en lo referente a la interpretación (viviremos una auténtica batalla de titanes frente a la cámara, cada cual más inmenso), en su sabia creación de un clímax in crescendo durante toda la película que mantendrá alerta e intrigado al espectador… pero que sin remedio perderá toda su fuerza en el tramo final. Claro ejemplo de promesas incumplidas. El espectador saldrá de la sala pensando ¿y tanto para esto?
La trama de la película se centra en la relación entre los miembros de la familia Ponte Alegre, unos apellidos más que irónicos para una familia que parece sumida en la desgracia. Poco a poco se nos mostrarán las luces y sombras de cada uno de sus componentes, las relaciones entre todos ellos y más de un misterio que parecen esconder. Un gran clan familiar que será presentando al espectador durante los minutos posteriores a que su patriarca, Leo (José Sacristán), salga a escena. Será durante la estancia en ese camerino cuando la pequeña de la familia, María (Macarena Sanz), nos narre la cruel historia de Las Furias: tres deidades femeninas identificadas con la venganza en la mitología griega cuya misión era castigar y perseguir los crímenes humanos, y sobre todo aquellos hechos contra el núcleo familiar. La leyenda dice que castigaban en vida a sus víctimas, persiguiéndolas y atormentándolas hasta conseguir volverlas completamente locas para terminar lanzándolas sin remedio al suicidio. Ahora María ya es una adolescente pero parece que la sombra de Las Furias ronda su sombra día a día sin dejarla descansar. La de ella y la del resto de su familia, aunque parece ser la joven la única consciente del terrible sacrificio humano que buscan estas tres siniestras hermanas.
Las Furias desgrana, a modo teatral, los odios, venganzas, traiciones y silencios de un clan que, a pesar de parecer unido, está dividido por el rencor, el egoísmo, la culpa, el odio y las envidias. Relaciones insanas que intentan tapar con falsedad pero terminará haciendo mella en cada uno de los miembros de este clan durante un fin de semana en la vieja casa de campo familiar. El espectador irá conociéndolos e involucrándose en sus peculiares traumas y miedos, mientras se deja notar en la sala el desasosiego causado por una atmósfera claustrofóbica de la que parece no haber salida posible.
Es innegable el mérito de Miguel del Arco al elegir para su salto a la gran pantalla un proyecto tan arriesgado y peculiar, fuera de todos los convencionalismo del mainstream. Una intensa tragedia familiar, al más puro estilo del teatro clásico, que resulta atrayente y misteriosa pero que no saldrá bien parada de su último tramo. Un final aletargado, ineficaz, vacío y carente de esa fuerza que llevaba acompañando a la cinta durante todo el metraje. Una lástima porque realmente podíamos haber encontrado en Las Furias una ópera prima sobresaliente sólo a la altura de un grande de la escena teatral.