Una oda a la destrucción y el caos más absoluto llega a la cartelera con la película ‘High-Rise’. Ejercicio cinematográfico visualmente impecable e impactante pero no apta para todo tipo de públicos.
Crítica de la película ‘High-Rise’
Del suspense más inquietante y desconcertante pasaremos sin remedio al aburrimiento y al sopor más desesperante con High-Rise. La película dirigida por Ben Wheatley (Turistas, 2012), basada en la novela publicada por J.G. Ballard (Rascacielos) a mediados de los años 70, centra su historia en la locura, desenfreno, iras y ambiciones desatadas entre los vecinos de un afamado rascacielos.
En un Londres futurista se construye un moderno rascacielos de 40 pisos de alto con 1.000 apartamentos, que aguarda en su interior piscinas, supermercado, colegios y todo tipo de servicios. Su nombre, la Torre Elysium. El doctor Robert Laing (Tom Hiddleston) se acaba de mudar a este edificio buscando el anonimato entre tal cantidad de vecinos, pero no tardará en sentir curiosidad por la aparente armonía que habita entre sus habitantes. El caos comenzará cuando la energía del edificio sufra un inesperado corte y los ascensores dejen de funcionar. Los vecinos del edificio se dividirán en tres grupos: los habitantes de las plantas bajas, medias y altas, siendo estos los que habitan los apartamentos más lujosos. Las peleas, los asaltos, las agresiones sexuales, los robos… no tardarán en dar comienzo y así saldrán a la luz los instintos más básicos y primitivos que todos tratamos de controlar en nuestro día a día.
Psicodelia, claustrofobia, caos, locura y surrealismo se dan la mano en cada secuencia de la película High-Rise. Una cinta que busca la simbología entre la sociedad caótica, egoísta, cínica y vil que estamos construyendo entre todos y una gran torre de apartamentos, con toda una gran estructura social habitando en ella. Dentro de dicha torre existe todo aquello que nos rodea en nuestro día a día: altos cargos políticos, diferentes clases sociales, consumo, lujos, diversión… Y lo que en un principio parece una sociedad feliz y equilibrada, se va convirtiendo en el principio del fin de su destrucción. Un marcado fin de fiesta que pretende hacernos reflexionar sobre cómo la propia sociedad y sus ansias ilimitadas de poder y dinero nos llevarán hacia la propia autodestrucción de la humanidad. Una oda modernista sobre la destrucción del orden y el consecuente regreso a nuestros instintos más primarios. El horror más absoluto personificado por el capitalismo reinante que sólo se puede combatir desde la violencia.
Desde luego la puesta en escena de High-Rise no dejará indiferente a ningún espectador aunque advierto que no es una película que sepa llegar a todo tipo de públicos. Es pretenciosa, retorcida y demasiado grandilocuente, y si bien visualmente es impactante e impecable, el mensaje que pretende hacernos llegar se perderá por el camino.